Columna de Gonzalo Martner: ¿Un mejor año 2024?
El crecimiento anual del PIB de Chile en el trienio de crisis y recuperación de 2020-2022 fue superior (2,7%) al del mundo (2,3%) y al de América Latina (1,4%). Esto se explica por el desempeño de 2021 (11,7%), fruto de un fuerte aumento de la demanda interna, incluso superior al de 1971. No fue programado por el gobierno de Sebastián Piñera, sino que resultó de un peligroso desborde institucional. Pero el hecho es que tuvo un gran resultado en crecimiento, con el costo, como era de esperar, de un aumento del déficit en la cuenta corriente, producto de una fuerte expansión de las importaciones, aunque financiado sin problemas por las repatriaciones de fondos de pensiones para cubrir los retiros.
El problema se produjo con la inflación. Reforzando una visión ultraortodoxa, el Banco Central interpretó, con cálculos dudosos, que las tensiones en las cadenas globales de suministro y los aumentos de precios de alimentos y combustibles por la invasión a Ucrania, no eran la causa principal de la inflación. Interpretó que debía disminuir a toda costa la demanda interna para controlarla, desechando su carácter transitorio y su origen externo. Realizó un gran aumento de la tasa de interés de política monetaria, especialmente desde marzo de 2022, cuando la presidencia del Banco Central pasó a manos de una ex funcionaria de Libertad y Desarrollo. Esto se acompañó de un inusitado ajuste fiscal para 2022 (-23% de gasto) programado por el gobierno saliente, uno de los más altos del mundo.
El ajuste recesivo aplicado llevó a un menor crecimiento en 2022 y a un estancamiento en 2023. El buen crecimiento no programado dio lugar a una drástica caída programada de la economía, ironías aparte. La desinflación llegó en 2023, solo que de la mano de la del resto del mundo. Según la Cepal, la inflación de América Latina y el Caribe pasó de 8,2% en 2022 a 3,8% en 2023, con un crecimiento del PIB de 2,2%. En Chile la inflación anual pasó de 12,8% a 4,8%, pero sin crecer.
¿Tenía sentido deprimir la demanda interna cuando el grueso de la inflación provino del impacto de los precios externos, primero al alza y luego a la baja desde mediados del año pasado? La presión de demanda era necesariamente temporal al agotarse el efecto en el consumo de los tres retiros de los fondos de pensiones y por el fin de las ayudas por la pandemia, junto a la pérdida de poder adquisitivo producto de la inflación. Ese brote no debió ser atacado como si fuera a persistir, y sin considerar una respuesta de la oferta que funcionó bastante bien. El sector de comunicaciones, por ejemplo, no solo se expandió sino que bajó sus precios.
La fuerza de los hechos ha llevado poco a poco a un cierto abandono de la ultraortodoxia. Por ello, el crecimiento de 2024 rondará el 2% y permitirá alejarse de la recesión. El Banco Central empezó a bajar la tasa de interés desde agosto, a paso demasiado lento pero positivo para la actividad. La política fiscal será algo más expansiva, con un aumento del gasto de 3,5%. También ayudará el que las condiciones financieras externas, con la anunciada baja de tasas en Estados Unidos, serán mejores y el que, aunque la incertidumbre permanecerá, el crecimiento mundial será, según el FMI, algo mayor que el 2,8% de 2023 y llegará a 3% en 2024-2025.
Por Gonzalo Martner, profesor titular del Departamento de Economía Universidad de Santiago