Columna de Gonzalo Restini: “Las minas del Rey Salomón”
"Los australianos, en el litio, han optado por una estrategia a lo anglosajón, que les permitió transformarse en el productor N°1 del mundo: reglas claras y sensatas para que la iniciativa privada prospere. Así nos han dejado atrás. Y sólo aumentarán su ventaja. Nosotros, entre elucubraciones ideológicas y discusiones bizantinas, miraremos pasar, otra vez, el tren del progreso por nuestro lado".
Pasada la resaca de la paliza de la elección de constituyentes, el gobierno debe hacer giros de timón más o menos violentos para enfrentar lo que viene. Para el tercer o cuarto tiempo (la analogía futbolística ya se agotó, hay que usar la NBA ahora) se requieren replanteamientos. Algunos son más difíciles que otros, pero hay uno que es candidato obvio: la flamante Estrategia Nacional del Litio, estrenada tan solo el 20 de abril, parece no estar pasando el test. La hicieron papilla en el Financial Times, en The Economist y varios medios más. Estatización, dijeron. Y lo es, porque las empresas que exploten litio deberán ser controladas por el Estado, que tendría al menos 50,1% de ellas a través de Codelco. En un juego que, en eso están todos de acuerdo, requiere explotar a máxima velocidad, porque la ventana de precios altos es limitada, se impone un socio controlador que tiene muchas gracias, pero de litio no sabe, y es la antítesis de la agilidad que requiere la situación... Cortan la guagua del Rey Salomón por la mitad. Y eso, como es obvio, no pinta muy bien.
A veces a uno le cuesta entender de dónde viene nuestra propensión latinoamericana (subcontinente al que hemos vuelto en gloria y majestad) a las soluciones enredadas, ineficientes e ineficaces. Pero esto tiene una larga data y un profundo arraigo. De ello da crédito lo que quizás sea la piedra de Rosetta de nuestra falta de desarrollo respecto al mundo anglosajón. La historia va así (y a usted le costará creer que lo que fue escrito hace 175 años siga tan vigente hoy). Antes de organizar la colonización en Valdivia, el aventurero chileno Vicente Pérez Rosales participó de la fiebre del oro en California. En 1848 tomó un barco y zarpó de Valparaíso rumbo a la entonces ignota San Francisco. Estas aventuras las narró en Recuerdos del pasado, libro que, por algún motivo inexplicable, habita en mi casa. Ahí relata la diferencia entre el espíritu práctico del anglosajón y nuestro alambicado, ampuloso y lento proceder. “El yanqui entiende por excelencia el arte de erigir poblaciones. Nunca comienza por programas ni por pomposos ofrecimientos que pocas o ningunas veces se cumplen. Comienza por abrir caminos para dar acceso, por hacer trabajos cuyo costo y magnificencia dan al inmigrante garantías de estabilidad y sólo exige por pago por los primeros terrenos la obligación de trabajar o edificar en ellos”. Pérez Rosales y el resto de los chilenos negaron la oferta con una sonrisa. Ellos, creían, se harían ricos con el oro. Se arrepentirían fatalmente cuando a los pocos meses volvían, con las manos vacías, a San Francisco. “Cuán distinto de lo que era antes encontré San Francisco¡ Los toldos y enramadas se habían transformado en casas bien alineadas y hoteles. Los sitios que antes se regalaban, se medían ahora por pie. Los adelantos, inesperados para hombres como nosotros, acostumbrados a ver caminar a paso de tortuga las aldeas chilenas, me convencieron de la magnitud del error que cometimos desechando los sitios que nos ofrecieron”.
Hoy, 17,5 décadas después, seguimos pensando mal. La estrategia del litio imita muchas cosas de lo que se hizo con el gas en Bolivia. A contar de 2006 se determinó la revisión de todos los contratos firmados con privados y se exigió que YPFb (Yacimientos Pretolíferos Fiscales Bolivianos) tuviese al menos un 50,1% de las compañías operadoras. Y bueno. Pasó lo que tenía que pasar: la inversión extranjera se derrumbó. Pasó del 12,5% del PIB en 1999, al 0,1% en 2022. La producción viene en caída libre. Hacia 2030 Bolivia se transformará en importador de gas… Cortaron la guagua a la mitad y la guagua murió.
En contraste, los australianos, en el litio, han optado por una estrategia a lo anglosajón, que les permitió transformarse en el productor N°1 del mundo: reglas claras y sensatas para que la iniciativa privada prospere. Así nos han dejado atrás. Y sólo aumentarán su ventaja. Nosotros, entre elucubraciones ideológicas y discusiones bizantinas, miraremos pasar, otra vez, el tren del progreso por nuestro lado. A menos que enmendemos rumbo rápido, estaremos luego lamentándonos por las oportunidades perdidas, como hicieron Pérez Rosales y sus compañeros: “Y cómo no arrepentirse de haber mirado en poco lo que tanto y en tan breve tiempo debía valer?”.