Columna de Gonzalo Said: “Los verdaderos enemigos”
"Es inaceptable que existan en Chile zonas completas donde el Estado ha sido incapaz de controlar el orden público y donde las familias -y las empresas- quedan a merced del crimen organizado. Cuando un ministro afirma que es una buena decisión ceder ante bandas delictuales, grafica en forma nítida la renuncia de las autoridades y su incapacidad para resolver la crítica situación en la que estamos."
A ratos se vuelve enrarecido el aire que se respira en las calles de Santiago. En muchas zonas la sensación de inseguridad es un flagelo demasiado latente como para ignorarlo.
Lamentablemente, la delincuencia y el descontrol del orden público están lejos de ser un problema capitalino. El fin de semana pasado una sargento de carabineros fue asesinada a sangre fría en medio de un operativo. Hace unos días, más de una decena de colegios debió suspender las clases por el funeral de un narco, ante el temor de que los excesos asociados al cortejo fúnebre afectaran a menores. El ministro de Educación calificó de una “buena decisión” la medida, agregando que no es posible “rodear a un establecimiento de carabineros”.
Por su parte, un alcalde ha estado librando una verdadera batalla contra las denominadas “casas narco”, un trabajo que ciertamente le competen a la fiscalía y a las policías, pero que ante la inacción de estas, aparece el caudillaje local buscando la justicia por sus medios y de paso ganando valiosos minutos de televisión en los matinales.
En paralelo, el Índice de Terrorismo Global para el año 2023 que elabora Instituto de Economía y Paz puso a Chile en el lugar 17 entre 163 países, el segundo de América Latina detrás de Colombia (15). Nuestro país fue la nación con mayor impacto del terrorismo bajo la categoría de “sin conflictos” y el informe consignó que nuestro territorio “sufrió 1.170 atentados terroristas que causaron 20 muertes entre 2012 y 2022 y la mayoría de los atentados y la mitad de estas muertes se produjeron en los últimos dos años”. En 2020 Chile se ubicaba en el lugar 47 a nivel mundial, es decir subimos 30 puestos en solo tres años, mientras las autoridades coquetean con eufemismos como “violencia rural” que, a la luz de los resultados en el ranking, resultan irrisorios.
La ciudadanía está pidiendo a gritos que las autoridades se hagan cargo del problema. En la encuesta Pulso Ciudadano de marzo la delincuencia (44,8%) aparece como la principal preocupación de la gente, mientras el narcotráfico se instala en el cuarto lugar (23,5%). Llevamos demasiado tiempo mirando para el lado, cuando lo que tenemos es un elefante en la pieza que no se puede seguir ignorando. El deterioro que se percibe en las calles, además de los impactos en la calidad de vida de las personas, tiene efectos directos en la inversión, como muy bien lo han demostrado las experiencias en La Araucanía y en países vecinos que llevan años sufriendo este flagelo.
Es inaceptable que existan en Chile zonas completas donde el Estado ha sido incapaz de controlar el orden público y donde las familias -y las empresas- quedan a merced del crimen organizado. Cuando un ministro afirma que es una buena decisión ceder ante bandas delictuales, grafica en forma nítida la renuncia de las autoridades y su incapacidad para resolver la crítica situación en la que estamos. Llega a ser desconcertante escuchar recién al Presidente decir que “los delincuentes deben tener miedo porque los vamos a perseguir”, cuando hace solo 3 meses indultó a un grupo de peligrosos criminales.
El problema que enfrentamos es transversal y los verdaderos culpables siguen en las calles. Allá hay que ir a buscar a los verdaderos enemigos, los que no nos permiten vivir en paz, trabajar tranquilos y ver a nuestro querido país prosperar.
* El autor es empresario.
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