Columna de Gonzalo Valdés: Un pacto fiscal efectivo

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La intuición del ministro Marcel es correcta: Chile necesita un pacto fiscal. Lamentablemente el diagnóstico que justifica su intuición es insuficiente: el problema de nuestro sistema tributario no es la carga tributaria, es que la nueva generación de izquierda no ve un valor en el crecimiento.

La política tributaria chilena es inestable: los últimos cuatro gobiernos han intentado cambiarla. Es obvio que una política así de voluble no le da seguridad a los inversionistas, lo que inhibe la inversión de largo plazo. Es necesario entender la lógica detrás de tanto cambio para poder corregirla.

Volvamos hacia atrás. Al iniciar el retorno a la democracia, la Concertación se encuentra con un modelo económico que no podía cambiar radicalmente (senadores designados, Pinochet de comandante en jefe, etc.) y, simultáneamente la economía crece, la calidad de vida sube, la pobreza baja y los políticos concertacionistas se transforman en rockstars internacionales. Una parte de la izquierda se reencuentra sentimentalmente con la idea del crecimiento económico (los autocomplacientes), pero otra tiene la sensación de que le pasaron gato por liebre, ya que la desigualdad bajó sólo marginalmente (los autoflagelantes).

El Frente Amplio nace para reemplazar a una Concertación que -según ellos- dejó de lado los ideales de izquierda. Así, la nueva izquierda desconfía de la idea misma de crecimiento económico y busca desesperadamente alternativas: el Estado Emprendedor tipo Mazzucato guía el fracasado plan piloto del gas, el decrecimiento económico se impone como alternativa en la fallida Convención Constitucional y la idea de que el gasto fiscal desbocado no producía inflación choca con la realidad el 2022.

Pero el miedo a la tentación que significa apoyar el crecimiento económico con las fórmulas neoliberales subsiste. Quizás el subconsciente frenteamplista se pregunte para qué impulsar un crecimiento económico que solo alejará a la ciudadanía de sus ideales igualitaristas.

Es aquí donde el pacto fiscal equivoca la dirección. El documento propone una serie de medidas que aumenta la recaudación a cambio de mejorar la eficiencia Estatal. El frenteamplista de corazón ve sumisión a la derecha económica en un pacto de esta índole, y el político de la nueva izquierda solo puede deprimirse pensando si era ésta la razón para entrar en política. Pero hay mejores alternativas.

Como la democracia requiere conseguir acuerdos amplios, es la parte menos interesada en un tema la que más lo afecta. Recordemos: cuando Pinochet estaba en el poder, los inversionistas temían que se acabara la fiesta si llegaba la izquierda al poder; y cuando la Concertación desplaza a Pinochet y mantiene las principales políticas pro inversión, los grandes capitales se pelean por entrar a nuestro país. Si la izquierda es pro inversión desaparecen los riesgos políticos.

Hoy es el Frente Amplio el que tiene la llave del crecimiento. Por esto, un pacto fiscal fructífero debiera apuntar al problema de fondo: convencer al Frente Amplio que el desarrollo vale la pena.

Aterrizando la idea, lo que requiere el Frente Amplio es un plan que automáticamente suba la carga tributaria cuando Chile se acerque al desarrollo: un “contrato social” que especifique qué pasará con los impuestos corporativos, personales, al consumo, etc., si nuestra economía se acerca a la de países desarrollados (y también qué pasará si nos alejamos). Una fórmula de este estilo permitiría que el Frente Amplio dijera a sus bases que, gracias a su esfuerzo, el crecimiento económico es de izquierda, que ya no le pasan gato por liebre. A cambio, la derecha podría exigir disminuir el tamaño del Estado (reducir el número de funcionarios públicos, por ejemplo), aumentar la velocidad de los trámites, simplificar la tributación y muchas otras medidas. Los inversionistas despejarían la incertidumbre tributaria por las próximas décadas y -con el tiempo- volvería la inversión.

Resignificar el crecimiento económico sería un legado formidable para este gobierno.

Por Gonzalo Valdés, sub director, Instituto UNAB de Políticas Públicas