Columna de Gonzalo Winter: Marginal, PNUD, y la cancelación del debate

La multitudinaria marcha del viernes 25 de octubre vista desde el aire.
Marginal, PNUD, y la cancelación del debate


En 2017 el PNUD publicó el estudio “Desiguales”, allí analizaron los apellidos de más de ocho millones de chilenos, y los asociaron a sus oficios, títulos, sexo y edad. En las profesiones que se consideran de prestigio social predominaron los apellidos de la antigua aristocracia, como Matte, Délano, Edwards, mientras que, en los apellidos sin profesión, predominaron apellidos de origen indígena: Huaiquipán, Llanquiman, Millao, entre otros.

El apellido justamente es algo hereditario y que no responde a ningún tipo de mérito, esfuerzo o talento y no hay nada más odioso que la percepción de que el mérito no es aquello que la sociedad premia, el que determina las oportunidades a las que se tendrá acceso.

Según el informe World Inequality Report de 2022, el 1% más rico de Chile concentra el 49,6% de la riqueza, mientras que el 50% menos rico tiene acumulación de riqueza negativa, por la cantidad de deuda que mantiene. El mismo estudio señaló que Chile acumula 120 años de desigualdad extrema, y diversos estudios son concordantes en ello.

Investigadores del estudio “Inequalities in life expectancy in six large Latin American cities from the salurbal study” señalaron en 2019 que una mujer que vive en las zonas más pobres de Santiago tendrá una expectativa de vida 18 años menor que otra mujer que viva en la misma ciudad, pero en un barrio más pudiente. Es decir, el lugar donde naciste se convierte en el mayor determinante de salud, tanto así, que te entrega o te quita años de vida.

¿A qué nos llevó esto?

Ya hay bibliotecas completas caracterizando y analizando el origen y devenir del estallido, y no tengo ningún interés en hacerlo en esta columna. Solo me quiero quedar con una frase posterior a la marcha del 25 de octubre, dicha por Sebastián Piñera, entonces presidente de la República: “La multitudinaria, alegre y pacífica marcha hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre caminos de futuro y esperanza”.

La gente que participó en manifestaciones pacíficas fue más. De hecho, fue demasiada como para siquiera haber avanzado en identificar las preguntas con que salieron a la calle.

Cinco años después de todo lo que ha ocurrido el afán de cambios aparece nuevamente en otro estudio del PNUD, en donde se revela que solamente un 7% quiere que las cosas se mantengan como están, mientras que un 67% quiere que las cosas sean de otro modo, ni como “son ahora ni como eran antes”.

Por otro lado, se revela que las desigualdades que más generan molestia son el que a algunas personas se les trate con más respeto y dignidad que a otras; que algunos tengan acceso a mejor salud que otros; la desigualdad de hombres y mujeres, y que haya personas que vivan en zonas más contaminadas que otras. Todas estas desigualdades, según el PNUD, generan una molestia superior a 7 en una escala de 1 a 10.

Hace días sostuve una conversación con Cadem en la que, entre otras cosas, estábamos comentando este informe y los datos recién mencionados. En ese contexto señalé:

“Yo estuve el 25 de octubre…marchando, con 2 millones de personas… Hoy día lo que se hace es convertir (al estallido) en lo peor del estallido, que es una cuestión terrible lo que vivieron a quienes les quemaron los locales… Es terrible, pero respecto del estallido y su magnitud resulta marginal…pero me refiero a que de la magnitud de la gente”.

Es decir, el número de gente que participó pacíficamente, por alguna motivación, es muy superior al que lo hizo violenta y/o delictivamente. Por cierto, en ningún momento hablé de que lo marginal sean los daños o los costos.

Todo esto para luego hacer una reflexión que me parece necesaria, a la luz del informe del PNUD

Pero vi con sorpresa cómo figuras públicas de trayectoria, periodistas reputados y algunos famosos «centros de estudios» utilizaron maliciosamente estas palabras, al punto de centrar sus rebuscados y extravagante análisis y críticas, en un concepto que no he utilizado jamás: “daños” y/o “costos” marginales.

¿Por qué hay quienes con una fuerza destemplada intentan cancelar este debate?

Si analizamos todos los datos que acabo de mencionar, especialmente los del 2024, nos vamos a dar cuenta que ni siquiera hemos identificado las preguntas que hicieron millones de personas en 2019, y por supuesto, mucho menos les hemos dado respuesta.

Es compatible y necesario condenar la violencia y al mismo tiempo intentar identificar las preguntas del estallido y dales respuesta. También es compatible que un chileno esté extremadamente preocupado de los problemas de seguridad, y al mismo tiempo tenga deseos de cambio ante la percepción de injusticia y que ese mismo chileno sea pro gobierno o de oposición resulta del todo irrelevante. Estas dos ideas resultan obvias en la mayoría de las familias chilenas, y a la vez parecen una locura en el interesadamente enrarecido debate público chileno.

¿Por qué entonces se cancela el debate?, se inventan frases, o se intenta desviar la atención para evitar conversar de aquel tema que sale informe tras informe, marcha tras marcha. ¿A quién le interesa no hablar de estas cosas?

Quienes quieren cancelar todo tipo de debate sobre justicia, desigualdad, y oportunidades son los verdaderos productores de polarización y estallidos sociales, y no quienes intentamos reflexionar frente a los más profundos, bicentenarios y repetitivos dilemas del alma de Chile.

Por Gonzalo Winter, diputado del Frente Amplio.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.