Columna de Guillermo Larraín: 46 días para reformar el sistema político

SALA


Los sistemas presidenciales funcionan muy mal en presencia de fragmentación de partidos políticos. Con más de 20 partidos hoy con representación parlamentaria, dicha fragmentación en Chile ha llegado a niveles absurdos. Ningún gobierno, ni este ni el que siga, podrá llevar a cabo su programa en estas condiciones. Los ingredientes para la demagogia y el populismo están sobre la mesa: cualquiera podrá prometer cualquier cosa, total la culpa será del Congreso que no pasará las leyes correspondientes.

Parte importante del estancamiento en el cual se encuentra la economía chilena se debe a que esta fragmentación implica una neutralización constante del Poder Ejecutivo, que en raras ocasiones se ha podido soslayar. En la tensión entre representación y gobernanza, el sistema actual sacrifica totalmente la gobernanza en aras de una representación excesiva e inútil.

Los dos procesos constituyentes intentaron corregir este problema por distintas vías y ambos fracasaron. Dada esta experiencia, hoy no es posible y tampoco necesario un reemplazo constitucional. Sí es necesario y urgente hacer un último esfuerzo por modificar aspectos del sistema político en los cuales hay acuerdo.

Existe acuerdo explícito de todos los actores políticos de que la fragmentación de partidos es un problema para el funcionamiento de la democracia. También existe acuerdo que es necesario fortalecer a los partidos en su esencial función de agregación de preferencias ciudadanas y manejo de tensiones programáticas. Para ello, se requiere mejorar los incentivos para la disciplina partidaria, pero también para la transparencia y la rendición de cuentas de los parlamentarios. Existe también la necesidad de mejorar la cooperación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo reduciendo, entre otras cosas, el uso abusivo de las acusaciones constitucionales.

Todo lo anterior es importante y urgente, pero no muy popular. La gente quedó cansada después de cuatro años de estas discusiones. Los dirigentes políticos que conozco están de acuerdo con que esto no debe continuar. Sin embargo, nadie quiere pagar costos políticos asociados a una reforma poco popular y por ello algunos son pesimistas. Es crucial entonces actuar rápido y con grandeza. Si los políticos se ensañan en peleas pequeñas, el acuerdo no será posible. Grandeza quiere decir mirar al largo plazo, no a las elecciones de los próximos 24 meses.

Para sacar a Chile del estancamiento hay que comenzar por aquí. Necesitamos ser realistas para actuar con rapidez. La ventana de oportunidad son 46 días, hasta el 30 de abril de 2024. Después, el vendaval de elecciones se tragará cualquiera buena intención que persista.

Por Guillermo Larraín, académico FEN, académico FEN, U. de Chile