Columna de Guy Sorman: La doble personalidad de Foucault
En el pasado me referí a menudo al comportamiento colonialista de Foucault (fue abiertamente un pedófilo en Túnez, no en Francia) sin provocar la menor reacción. Esta vez, los medios de comunicación están hablando de ello en todas partes, en Europa, Estados Unidos, Túnez, Sudamérica, donde Foucault es una especie de tótem (un libro publicado en Estados Unidos se titula Saint-Foucault), el último de su tipo tras la desaparición de Jean-Paul Sartre.
¿Por qué tantas reacciones ahora? Sin duda, porque la aristocracia intelectual tiene miedo de perder sus privilegios. Voltaire ya explicó que la moral cristiana debe aplicarse a las personas, pero no a los espíritus superiores: Sartre abusó de las jóvenes sin preguntar su edad, Simone de Beauvoir tenía relaciones íntimas con sus estudiantes de secundaria, André Gide (Premio Nobel) era un activo y pedófilo declarado, en Argelia, no en Francia, como Foucault. Los gobiernos hicieron la vista gorda. Como dijo De Gaulle de Sartre, “uno no encarcela a Voltaire”. Y no le quitamos nuestro Premio Nobel a André Gide.
Pero la revolución sexual, moral, legal durante los dos últimos años, dio voz a las víctimas. Con la ayuda de las redes sociales, esta revolución técnica precedió y desencadenó el fin del Ancien Régime de la doble moral. Los viejos hombres blancos imperialistas ahora también están sujetos a la obligación de consentimiento de sus parejas sexuales.
El caso de Foucault es el más interesante, porque su trabajo es una denuncia de los abusos de poder de los varones blancos en todos los campos; además, él no aplicó su sistema analítico a su propio caso. De todos modos podemos seguir leyéndolo, pero resulta bastante ilegible, y nos preguntamos cuál es el valor de una teoría que no se aplica al autor. Cómo experimentó Foucault esta doble personalidad, no lo sé. En conclusión, cuidado siempre con los maestros y gurús, porque un pensamiento que ya no es discutible no es un pensamiento auténtico.