Columna de Héctor Soto: Correcciones y máscaras

Chile's presidential candidate Jose Antonio Kast from the Partido Republicano, left, and presidential candidate Gabriel Boric from the Apruebo Dignidad coalition party," pose for picture prior to the start a presidential debate in Santiago, Chile, Friday, Dec. 10, 2021. Chile votes in the runoff election on Dec. 19. (AP Photo/Esteban Felix)


No hay muchas decepciones comparables en la política chilena de los últimos años a la que se llevaron el Frente Amplio y el PC al comprobar que su candidato había logrado aumentar en la primera vuelta solo en 65 mil votos la votación del bloque en las primarias. Fue un choque brutal con la realidad. Sobre todo después del estallido de octubre de hace dos años, el bloque daba por hecho que la gran mayoría de los chilenos suscribía su voluntad de refundar el país, de poner en remojo la democracia liberal, de desmontar pieza por pieza el modelo de desarrollo de las últimas cuatro décadas y de abrazar los consabidos fetiches de la izquierda latinoamericana tanto del Grupo de Puebla como del Foro de Sao Paulo.

Como la ciudadanía no amparó ninguna de esas expectativas, y como, por el contrario, dio señales contundentes de rechazarlas, a Gabriel Boric no le quedó más alternativa que tener que reinventarse en cosa de días de cara a la segunda vuelta. La transformación contempló no solo un recambio de piezas y partes de su programa, que es lo que la lógica de la segunda vuelta impone a los vencedores de la primera para aumentar su base electoral, sino también algo que está fuera de los incentivos del balotaje: intentar un cambio de identidad. La transformación consultó, además de un trabajo cosmético en la barba, el peinado y el vestuario, un evidente cambio de tono, a resultas del cual la figura rupturista de quien llegó años atrás a la Cámara de Diputados con el ceño fiero y en mangas de camisa, y que hasta la noche de los resultados de primera vuelta seguía dirigiéndose a los chilenos con el puño en alto y en términos de “compañeras y compañeros”, ha terminado convertido en un joven político comedido y compuesto. Se supone que el antiguo Gabriel Boric quedó atrás, porque hoy tanto sus propuestas como su discurso van por otro lado. Donde antes fue débil ante la violencia y planteaba una perentoria demanda de indulto amplio e indiscriminado para los presos del estallido, ahora exceptúa a los autores de incendios de iglesias y de saqueos y reconoce que el orden público y la seguridad de las personas y barrios son responsabilidades de los cuales ningún gobierno puede desentenderse. Donde antes defendía el presunto derecho de los inmigrantes a ingresar al país cuando y del modo que quisieran, prometiéndoles incluso vivienda y subsidios sociales, ahora habla de la necesidad de tener flujos migratorios ordenados. Donde antes condenaba con vehemencia los 30 años, ahora concede que no todo lo que se hizo estuvo mal. Y donde antes suscribía la lógica de la refundación, hoy reivindica la gradualidad.

¿Es creíble esta transfiguración? Hay quienes dirán que sí y otros que no. Eso es anecdótico y da para discusiones interminables. Lo importante es si el país le creerá o no. La respuesta la vamos a saber el domingo próximo. Por recomendación de su nuevo consejo asesor, Boric le bajó de manera sustancial las revoluciones a su programa económico y ahora apuesta por una reforma tributaria menos ambiciosa en términos de recaudación. También plantea una reforma de pensiones que le traerá problemas, porque, aparte de subir en ocho puntos el pilar contributivo, aún tiene aspectos imprecisos y terminaría con la propiedad de estos fondos por parte de los trabajadores, desdibujando casi por completo la posibilidad de heredarlos. Las explicaciones y desmentidos de su comando están lejos de haber clarificado el tema.

Kast no ha cambiado la manera de vestir ni de hablar. Sí ha procedido a corregir muchos aspectos políticos y económicos de su programa. No renuncia a la rebaja del impuesto corporativo, pero la pospone. No contempla el cierre ni la fusión del Ministerio de la Mujer y se pone a la altura de los tiempos en derechos humanos. A diferencia de lo ocurrido en la candidatura de Boric, a la cual la centroizquierda se plegó sin condiciones, los cambios en el caso de Kast fueron conversados con los partidos de la centroderecha y se tradujeron en la llegada de nuevos rostros del sector a su comando.

A partir del viernes la campaña entró ya a la última fase y, más allá de los ajustes programáticos, de las exhortaciones de última hora y más allá incluso de las máscaras, el desenlace de todo esto dependerá mucho del clima emocional de los próximos días. En el debate de la Archi del viernes ninguno de los candidatos pudo declararse vencedor. Kast se reencontró con el político seguro y poco ansioso que ha sido siempre. A Boric se le vio entusiasta y mejoró su desempeño. Hasta antes del último debate de primera vuelta, Kast había estado en su mejor momento. Y aunque Boric lo hizo mal la noche del pasado 21 de noviembre, esa misma semana se recuperó notoriamente, mientras Kast se replegaba en un viaje a Estados Unidos. El debate de Anatel de mañana lunes debiera ser decisivo. Porque será el último empujón. Para eso se ha venido reconstituyendo Boric y para eso también se ha estado reservando Kast.

En función de la cantidad de gente que dice que votará en blanco por no sentirse interpretada (y aun considerando que los dichos y los hechos de las personas no siempre son coherentes), quizás estos no sean los candidatos ideales para la hora presente. Pero qué duda cabe que, sea por astucia, sea por las circunstancias, sea porque la suerte los favoreció o porque mutuamente también se retroalimentaron entre sí, son ellos los que en su respectivo sector lo hicieron mejor. Bien o mal, son las cartas que el país eligió para dirimir y cuando menos debiéramos hacernos responsables.