Columna de Héctor Soto: después de la caída

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Val Kilmer in VAL © 2020 A24 DISTRIBUTION, LLC. All Rights Reserved.

Val es un notable documental. Todo lo que vemos fue filmado por el actor. Gran parte de lo que escuchamos está dicho por su hijo, puesto que él apenas puede hablar. Es muy hermoso el nexo que establece con el chico. Y es muy patética su cotidianeidad.



Al inicio de Val (2021, Ting Poo y Leo Scott, Amazon Prime Video) su protagonista, Val Kilmer, aparece gritando: “queremos más; más sexo, más drogas, más vino, más tabaco, más úlceras, más jaquecas, más herpes, más mujeres, y menos Tom Cruise”. Gran comienzo. Esas imágenes son parte de los momentos más expansivos, desquiciados y divertidos del actor. Hay otros menos gozosos, claro. La vida de Val Kilmer describe una metáfora de descolocación y éxito, de frustración y riqueza, de felicidad y desdicha, de plenitud y caída que, entre otras muchas cosas, también habla de la injusticia básica de la industria del cine.

A raíz de un cáncer a la garganta que le fue diagnosticado en 2015, Kilmer perdió completamente la voz dos años después y en la actualidad se da a entender con una suerte de parlante instalado en el cuello. Decir que habla con dificultad es decir mucho. Quien fuera ídolo en varias películas, ahora está con las alas quemadas. Este documental recoge pasajes de su vida que él mismo filmó. La suya fue una de las primeras cámaras de video en Hollywood y grabó cajas y cajas de material a la vez revelador e intransferible. Esta cinta por momentos es un cuento de hadas, en los que todo sale bien, y por momentos un relato sórdido, donde todo se frustra o se derrumba.

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El actor probándose para el rol de Jim Morrison. © 2020 A24 DISTRIBUTION, LLC. All Rights Reserved.

La primera gran sorpresa de la cinta es que Kilmer no fue quien quería ser. Siendo un estudiante dotado para las artes escénicas, alumno nada menos que de la Escuela Julliard de Nueva York, su primera vocación fue el teatro. No cualquiera: el clásico, el académico, Shakespeare y demás. Pero pronto llega a Hollywood y todo cambia. Es guapo y tiene aplomo. Debuta en Top Secret y dos años después ya es compañero de vuelo de Tom Cruise en Top Gun. Poco después encarna a Jim Morrison en The Doors. Los años 80 parecen hechos a la medida suya. Se casa, es feliz, gana plata y está a un pelo de la consagración absoluta. Pero esa consagración, por una razón u otra, siempre se le escapa. Está bien: la vida lo recompensa con más de lo que necesita. Y también lo castiga. Siendo todavía adolescente pierde a un hermano. Sus padres se separan y a él le cuesta asumir la ruptura. El padre en algún momento lo arruina. Vuelve a levantarse. Se derrumba su matrimonio. Las películas en las que él pone sus fichas se van a pique. Quiere acompañar a Marlon Brando en uno de sus últimos trabajos, y lo que encuentra es un monstruo que apenas se sostiene en pie por el sobrepeso. Cree que Batman Forever lo convertirá en leyenda y no hace más que llegar al set cuando lo enfundan en un traje de goma dentro del cual no ve nada, escucha poco y apenas puede moverse. ¿No era eso lo que querías, Val? La industria se ensaña y él desde luego no supo administrar bien su carrera. Pero ¿quién le quita lo que vivió, lo que provocó, lo que tuvo y no quiso y lo que quiso y no tuvo?

Val es un notable documental. Todo lo que vemos fue filmado por el actor. Gran parte de lo que escuchamos está dicho por su hijo, puesto que él apenas puede hablar. Es muy hermoso el nexo que establece con el chico. Y es muy patética su cotidianeidad. Trata de hacerla divertida, pero, claro, no siempre lo consigue. Para sobrevivir debe realizar giras y presentaciones donde se reencuentra con sus fans y pasea su miseria. Feo es decirlo, pero lucra con ella. Qué otra alternativa tiene.

No fue el que quiso ser. Desde una perspectiva, claro, fue menos. Pero estas imágenes dejan espacio para una segunda mirada, en la cual el personaje se agranda. De partida, por su tenacidad, por el coraje con que se asume, por el rigor con que se hace pedazos, por la humildad con que se reconstituye, por el candor con que se redime. Eso vale bastante más que un Oscar.

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