Columna de Héctor Soto: Razones que faltan o que sobran

People
Actual People.


Una chica desorientada. Filmada con muy pocos recursos y esa espontaneidad que no ya se encuentra ni por excepción en las películas convocadas por la cartelera, Actual People, de la directora norteamericana Kit Zauhar de ascendencia oriental, hace entrar esa bocanada de aire fresco que maravilló en su momento a la crítica cuando irrumpió el cine independiente norteamericano a mediados de los 60 y, en una experiencia muy parecida, cuando, por esos mismos años, la Nueva Ola proclamó en Francia una nueva manera de filmar. La cinta está en Mubi y al menos hasta esta semana estuvo en YouTube. La realizadora en este caso no es solo quien dirige. También es quien escribió el guion y quien protagoniza la cinta. Kit es una jovencita que no tiene por de pronto la figura de una modelo. Parece una chica cualquiera, con un cutis poco trabajado y un pelo que obviamente podría necesitar más cariño y cosmética. Su personaje es el de una jovencita de 22 años que se está graduando en Filosofía en una universidad neoyorkina y que ignora lo que hará después. ¿Es un problema? Si, lo es, y grande, porque todo el mundo le pregunta y ella está confundida. ¿Entrará a trabajar, volverá a casa de sus padres, irá a un posgrado? No tiene idea. Ocurre que además está desestabilizada sentimentalmente, que pareciera estar vagamente interesada en un compañero de la universidad que nunca la toma muy en serio, que tiene malas relaciones con su casero y que debe abandonar pronto la habitación donde ha vivido el último tiempo. El programa de apoyo psicológico de su universidad no la ayuda gran cosa, o más bien parece estar comenzando a orientarla justo cuando llega la última sesión y se corta, y todo parece indicar -tanto por lo que ella sabe como por lo que no sabe- que la chica se está hundiendo. Actual People es un trabajo fascinante al menos dos conceptos. Uno, porque hace muchos años, muchos, quizás desde La mujer descasada (1978) de Paul Mazurky, con Jill Clayburgh, que no se veía en el cine americano un personaje femenino tan vulnerable y extraviado; a estas alturas, ahora que el feminismo es doctrina obligada, eso supone una dosis no menor de coraje y sinceridad. Dos, porque Actual People, aun sin proponérselo, entrega una mirada terriblemente desoladora sobre los usos y costumbres de esta juventud posmilénica de clase media clavada a departamentos feos, a sexo intercambiable, a fiestas sin glamur, a borracheras sin alegría y resacas invariablemente recurrentes y culposas. Algo de este mundo ya era perceptible en las películas que hizo en los años 2000 Andrew Buljalski. Fueron notables. Aquí tal vez el fenómeno es más evidente y patético. A lo mejor, como descubrimiento, no es muy original, pero como percepción térmica del relevo generacional sigue siendo extremadamente convincente. Preciosa película.

Escritora de verdad. En el formidable relato titulado “Vida de Elsa”, Lucía Berlin se plantea si podría existir alguna correlación entre los dolores físicos de las personas y su sufrimiento moral. El cuento recoge la experiencia de la autora cuando trabajó en un programa de terapias para la tercera edad con ancianos emocionalmente heridos o bloqueados. Elsa fue una mujer salvadoreña que emigró a los Estados Unidos y que ella conoció cuando la anciana ya padecía de una artritis generalizada y terminal. La suya es una historia muy triste porque en su vida no había hecho otra cosa que trabajar y sufrir como animal. Sufrir privaciones, duelos, terrores, miserias, soledades y desdichas. El cuento es tan demoledor como glorioso. Por supuesto, no todos los relatos de Una nueva vida, el nuevo volumen de cuentos de Lucia Berlin publicado por Alfaguara, están a esta excepcional altura. Hay varios que agregan poco a su estatura como escritora y que a lo más son viñetas o apuntes para historias que hubieran requerido más trabajo. Hay que reconocer, eso sí, que tanto la selección de estos cuentos como su edición ha sido realizada con cariño. En este trabajo participó Jeff Berlin, hijo de la escritora, que aporta notas muy valiosas para contextualizar los relatos y explicar cómo muchas de las experiencias de su madre se convirtieron en insumos de su inspiración literaria. Lucia Berlin no es de las autoras que echaba a volar su imaginación o su fantasía para escribir. Escribía sobre su vida y sobre gente y situaciones que había conocido. Posiblemente esto es lo que hace que su prosa sea tan potente y adictiva. Por lo mismo, con todos los bemoles que pueda tener, este es un gran libro.

Literatura y oscuridad. En una página especialmente inspirada de Las formas de la ruina (Alfaguara, 2015), novela del colombiano Juan Gabriel Vásquez que gira en torno al atentado en 1948 a Jorge Eliécer Gaitán, el autor se pregunta por qué los escritores escriben tanto sobre los lugares de su infancia y adolescencia y aun de su primera juventud. Y señala lo siguiente: “no se escribe sobre lo que se conoce y comprende, y mucho menos se escribe porque se conoce y comprende, sino justamente porque se da cuenta uno de que todo su conocimiento y comprensión eran falsos, un espejismo, una ilusión, de modo que los libros no son, no podrían nunca ser, más que elaboradas muestras de desorientación: extensas y multiformes declaraciones de perplejidad. Todo esto que yo creía tan claro, piensa uno entonces, resulta ahora lleno de dobleces y de intenciones ocultas, como un amigo que nos traiciona. Ante esa revelación, que siempre es molesta y muchas veces francamente dolorosa, el escritor responde de la única forma en que sabe hacer: con un libro”.

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