Columna de Hernán Cheyre: El experimento Mazzucato
La economista Mariana Mazzucato se ha hecho conocida por su cruzada para cambiar la forma en que los países conducen su estrategia de desarrollo, proponiendo una reorientación de las políticas públicas a partir de conceptos como el de un “Estado-emprendedor” y de una economía basada en “misiones”. Más allá de la lógica inherente a proponer “desafíos” para abordar problemas específicos que el país se proponga resolver desde una perspectiva multisectorial, el trasfondo de su planteamiento apunta a una transformación del capitalismo, cambiando el rol del mercado como mecanismo central para decidir acerca de la asignación de los recursos en la economía, sustituyéndolo por el Estado a partir de “misiones” definidas a nivel central. Las declaraciones que realizó Mazzucato en su reciente visita a Chile en cuanto a que “estamos mirando a Chile como experimento (experiencia) para matar al neoliberalismo” ahorran cualquier comentario.
Se trata de un discurso atractivo, qué duda cabe, pero en definitiva lo que hay es un retroceso al viejo paradigma -ya superado- de la planificación centralizada, pero ahora vestido con un ropaje renovado, más moderno, en el cual no necesariamente el Estado participa en la propiedad de las nuevas empresas que se crean para desarrollar las “misiones”. Este enfoque plantea “moldear” las nuevas innovaciones, desconociendo algo tan básico como que la innovación es por esencia algo impredecible, que no se puede “moldear” en forma anticipada. Se pretende “crear” nuevos mercados en vez de generar una cancha pareja para que los emprendedores, en conjunto con los consumidores, den forma a nuevos productos o modelos de negocio para los cuales exista disposición a pagar, que es lo que diferencia un invento de una genuina innovación que mejora la productividad. Bajo la mirada de Mazzucato los emprendedores ciertamente tienen un rol que desempeñar, pero supeditado a lo que resuelva una burocracia estatal en cuanto a prioridades, subsidios, préstamos blandos e incluso precios en condiciones preferentes.
El experimento de “terminar con el neoliberalismo” se pretende cambiar por una utopía que no dio resultados en el pasado, y que con su ropaje nuevo tampoco muestra ningún caso de éxito en el mundo -salvo “misiones” específicas que han dado buen resultado, así como otras han fallado-, porque en ninguna parte se ha avanzado siguiendo el rumbo extremo que se propone. Si se analiza el caso de los países que han sido más exitosos en su salto al desarrollo y que suelen ser considerados como referentes (Australia, Nueva Zelanda, Irlanda, Suecia), en todos ellos el Estado ha tenido una participación relevante en la estrategia que siguieron, pero, con avances y retrocesos, finalmente se fue confluyendo hacia un rol eminentemente “facilitador” para que la iniciativa privada pueda desplegarse con todo su potencial, promoviéndose la competencia, la integración a los mercados mundiales, la inversión en educación de calidad, la certeza regulatoria, la estabilidad económica y la propiedad privada, entre otros, y todo esto en un contexto en que la libertad económica constituye un pilar fundamental. Este es el camino que Chile debe retomar, única ruta para alcanzar un desarrollo integral. Lo demás son solo cantos de sirena.
Por Hernán Cheyre, Centro de Investigación Empresa y Sociedad UDD
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