Columna de Hernán Cheyre: ¿Está creciendo Chile lo que debería?
Las cifras de cuentas nacionales publicadas la semana pasada, donde destacó la noticia de que el PIB se expandió un 2,6 por ciento durante 2024, han sido recibidas favorablemente por el mercado. ¿Por qué? Porque las proyecciones a mitad de año apuntaban a una cifra menor, y fue el repunte del último trimestre (4 por ciento) el que movió la balanza, especialmente influido por las exportaciones. El resultado final estuvo en línea con las estimaciones previas del ministro Marcel, que superaban las del promedio del mercado, pero más allá de décimas más o menos en las estimaciones, no se puede soslayar el hecho de que el crecimiento de Chile sigue estando por debajo del crecimiento mundial y de las economías emergentes.
En este contexto, la pregunta de fondo que se debe responder es si este 2,6 por ciento es o no una tasa de crecimiento satisfactoria. Tomando como referencia lo que se venía observando en los dos años previos (2,2 y 0,5 por ciento, respectivamente), el aumento obviamente es positivo, si bien preocupa el bajo dinamismo de la inversión. Pero si la vara de medida es lo que mínimamente se requiere crecer para generar los empleos que se necesitan y la mayor recaudación tributaria que van a demandar los nuevos compromisos en materia de gasto -que una amplia mayoría de economistas sitúa en torno al 4 por ciento-, definitivamente estamos lejos de eso. De hecho, las estimaciones de crecimiento tendencial vigentes no superan el 2 por ciento. Falta mucho por avanzar en esta materia, y este tema debería constituir el eje central en el programa de gobierno de las candidaturas presidenciales, con especial foco en incentivar la inversión, en modernizar la legislación laboral para aumentar el empleo y en impulsar mejoras en la productividad, para lo cual impulsar la “destrucción creativa” introduciendo mayor competencia en los mercados es fundamental.
Otro aspecto interesante de destacar del crecimiento del PIB en 2024 es que estuvo liderado por las exportaciones (6,6 por ciento), y dentro de ellas especialmente por la minería -además de las cerezas-, observándose un claro cambio de tendencia respecto de los períodos anteriores. Resulta paradojal que sean los sectores “extractivos” -que no tienen buena prensa entre los fanáticos de la transformación productiva- los que estén tirando el carro de la economía. Un país como Chile no debe renegar de sus ventajas comparativas, y es a partir de ellas desde donde se debe aumentar la generación de valor, desarrollándose nuevos productos y servicios. Clave para esto va a ser agilizar la aprobación de los proyectos de inversión que están en espera y desatar las trabas para que la iniciativa privada en estas áreas pueda desplegarse con todo su potencial. El Estado debe actuar como un facilitador de este proceso, y no como un actor directo. Asimismo, profundizar la inserción de la economía chilena en los mercados internacionales buscando llegar en mejores condiciones a nuevos destinos, debe ser otra prioridad de nuestra Cancillería, trabajando mano a mano con el sector privado para lograr este objetivo. El tiempo apremia.
Por Hernán Cheyre, Centro de Investigación Empresa y Sociedad UDD
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