Columna de Hernán Larraín F.: No es el 18/O, es el 25/O
Al cumplirse 5 años del 18/O, conocido como estallido social, delictual, asonada o como usted quiera llamarlo, se han vertido centenares de opiniones y largas horas de análisis intentando explicar qué pasó, por qué y quiénes fueron sus autores. La verdad es que creo que lo inusual del episodio merece reflexión, pero al haber sido un movimiento cargado de una violencia brutal, nació desvirtuado y amerita rechazo. Hemos aprendido que el fin no justifica los medios y que por profundo que haya sido el malestar oculto en el inconsciente colectivo, nada que actúe bajo procedimientos de fuerza y transgresión ilimitados, sin respeto por las personas o el patrimonio público y privado, puede rescatar miradas justificatorias o compasivas.
Quizás este esfuerzo permita desnudar a quienes justificaron ese camino o a los que, en forma tácita por no decir hipócrita, hicieron la vista gorda, y que hoy miran con vergüenza silente su comportamiento. La historia de décadas recientes no parece haber dejado huella suficiente para asumir que la violencia debe ser evitada y repudiada siempre como vía para el cambio social.
En cambio, en esta mirada retrospectiva de un lustro, se ha hecho escasa exhortación de lo que tuvo lugar el 25/O de 2019, cuando más de un millón de personas salió a la calle en forma pacífica a manifestar públicamente sus aprensiones por la violencia y para dar testimonio de sus inquietudes por los problemas de fondo que afectaban la vida de los chilenos. De los más vulnerables, de los postergados, de los invisibilizados, a pesar de las sustantivas transformaciones que generaron tantos logros y avances en las décadas anteriores.
Salieron para decir algo simple y contundente: ¡hagan algo!
Entonces, sin dejar de condenar la violencia del 18/O, el análisis debería centrarse en recordar esa voz ciudadana que formuló una exigencia perentoria. En lo inmediato tuvo eco en la firma el 25/N de un Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, que más allá de comentarios escépticos de los radicalizados, significó la expresión de una voluntad compartida para recuperar el espíritu de entendimiento en procura de reformas profundas.
¿Cómo evaluar lo ocurrido respecto de ese llamado años después? A estas alturas, un somero análisis de la evolución del país en estos años permite tener una respuesta definitiva. Los procesos constitucionales fracasaron por la ceguera de las mayorías de turno. El régimen político sigue inalterado, sumido en la ingobernabilidad. La economía paralizada, con avances mediocres que dejan a la clase media y a los más pobres peor que antes. Con todo, lo más delicado es el incremento de la delincuencia y el crimen organizado (la violencia instalada), que sofocan la tranquilidad pública.
Sumidos en las tinieblas, la conducta corrupta de autoridades de diferentes potestades confirma que la crisis es generalizada. Se ha perdido la esperanza.
¿Necesitamos recordar el 18/O? Ciertamente no. Lo que sí debemos tener presente es el masivo clamor del 25/O, pues esa voz está hoy más fuerte que entonces, aunque no le prestemos atención. Pero está ahí y nos repite sin cesar: ¡hagan algo!
Por Hernán Larraín F., abogado y profesor universitario