Columna de Hugo Herrera: Carabineros y el Leviatán
Sorprende ver los noticiarios y la opinión general del país respaldando a Carabineros, llorando sus muertos, protestando contra los asesinos. No pocos de quienes celebraban al “perro matapacos”, y a los “héroes” de la “primera línea”, probablemente, estén entre quienes apoyan a la policía. ¿Tiene algún sentido todo esto?
Carl Schmitt decía que “protejo, luego obligo” es el “pienso, luego existo” del Estado. La más básica de las premisas; el pacto implícito fundamental entre gobernantes y gobernados, sin el cual la legitimidad del poder se desvanece. Si el Estado es capaz de proteger a sus súbditos, entonces queda habilitado para reclamar obediencia de ellos. Deviene impotente y la fuerza obligatoria de su llamado cae.
Algo así parece ocurrir con nuestro Estado. No tenemos FARC ni un descontrol completo del narcotráfico, y un alcalde civil puede hacerle todavía frente a este. Sin embargo, es un hecho que los problemas de seguridad han aumentado. Por de pronto, el narcotráfico, que ha fijado su poder en ciertos barrios de grandes ciudades. Pero además está la inmigración ilegal, la marginalidad y las dificultades de la integración. El conflicto mapuche no remite y carece de solución a la vista. Los homicidios son más y se llevan la vida de varios carabineros.
En ese contexto termina siendo frívolo seguir insistiendo con el “perro matapacos” o los avengers de la “primera línea”. O asunto de fanáticos. Pues hay quien piensa en la superación del Estado, en el advenimiento de una comunidad autogestionada, sin policía. La utopía puede incluso abrigarse en el corazón de “profetas de cátedra” (como los llamaba Max Weber): profesores que usan sus clases para difundir pensamientos cuasireligiosos sobre un futuro de “reconocimiento radical” del otro, de una existencia “postinstitucional”. Y, claro, sea que se la piense a corto o largo plazo, la utopía es recalcitrante a Carabineros, brazo armado del Estado.
Carabineros no se ha librado de problemas, algunos muy graves. Necesita reformas en su organización jurídica y operativa. Pero no hay que perder de vista la capacidad formidable que posee la institución. Ella extrae vocaciones de los más diversos lugares de la geografía, muchas veces muy sencillas; y las sostiene y fortalece en carreras vitales que, de modo consistente y masivo, son honestas y comprometidas con el interés nacional.
Los trágicos asesinatos de camaradas contribuirán a incrementar un sentido de cuerpo. Y la moderación se ha mantenido. Pero va siendo tiempo de que las izquierdas sometan a revisión severa las doctrinas de sus sectores más utópicos, de sus -aunque circunspectos- radicales “profetas de cátedra” respecto a futuros “postinstitucionales”, donde las policías son resabios de alienación; de que las izquierdas se comprometan, como con una tarea propia, con la seguridad del pueblo y el respaldo a quienes la hacen posible.
Por Hugo Herrera, profesor titular Facultad de Derecho UDP