Columna de Hugo Herrera: Despotismo oligárquico

Marcela Cubillos


Marcela Cubillos tenía un pasado prometedor. Destacó temprano como dirigente de UDI y aparecía como política dotada e inteligente. En algún momento, sin embargo, pareció desencajarse. Renunció al Ministerio de Educación, como quien tira un traje viejo. Desligándose de la responsabilidad con uno de los desafíos nacionales más urgentes, la enseñanza, dio un salto hacia la defensa de intereses empresariales, como directora ejecutiva del centro de lobby Libertad y Desarrollo. A poco andar, salto nuevamente, ahora para participar en la campaña del rechazo al primer plebiscito de entrada. Es sabido el rotundo fracaso al que condujo a las derechas la actitud intransigente del sector en el que fichó, que dio al “rechazo” un quinto de los votos.

Se fue a España con su marido, otro político que es también una mente dotada, quien abandonó el Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de haber abandonado ya el cargo de senador, para irse a la península a un cargo internacional. Ahora ella vuelve. En su cabeza parece haber cuajado otra idea. ¿Ir a disputar, siguiendo el ejemplo de Jaime Guzmán, algún reducto al comunismo en las elecciones municipales? ¿Alguna comuna popular, en la cual implementar políticas comprometidas con la tarea de superar la pobreza y dar testimonio de que las derechas son más que un asunto de clase?

Nada de eso. Cubillos, la ex lobbista de LyD, viene a la comuna más rica del país, la municipalidad con más recursos, donde la derecha usa arrasar en las elecciones. Hay quien podrá suponer que viene a tapar eventuales irregularidades de lustros de la UDI en el municipio. Pero eso es menospreciar el carácter de Cubillos. Ella se tiene para tareas más elevadas. Probablemente mira el caso de Lavín, piensa que lo puede hacer mejor, vale decir, que Las Condes ahora sí funcione como trampolín eficaz hacia La Moneda.

La UDI popular queda, de paso, en el olvido; la vocación por los pobres, de las viejas revistas “Realidad” y documentos antiguos que nadie se da el trabajo de desempolvar. Los principios de antaño no son los de hoy. Ahora la política es disputa por recursos, por apoyar a los empresarios para que generen crecimiento y de paso llenen sus arcas y las de la derecha economicista. No se pida, en cambio, compromisos de vida con las clases pobres; tampoco una visión propiamente política del país, que repare en el problema de fondo de la pérdida de legitimidad inveterada de las instituciones, partiendo por los partidos y dirigencias políticas.

Lamentablemente así, una mente dotada como para ayudar a comenzar a salir de la crisis de legitimidad en la que nos hallamos, llega en modo activista del economicismo, la defensa de intereses de clase y los dineros, perdiendo probablemente una buena oportunidad que la vida le estaba deparando, de asumir decisivamente responsabilidad con los intereses superiores de la nación.

Por Hugo Herrera, profesor titular, Facultad de Derecho UDP