Columna de Hugo Herrera: Jackson o la salida del moralismo

giorgio jackson
FOTO: LEONARDO RUBILAR CHANDIA/AGENCIAUNO


Giorgio Jackson es un carácter más bien lineal. Siempre ha seguido la misma línea. Se aprendió un día un texto del “profeta de cátedra” de los jóvenes del Frente Amplio (“con Atria en la mochila”, dijo). Se lo tragó sin cuestión ni distanciamiento reflexivo. Aprendió, entonces: que el mercado era alienante (“mundo de Caín”); que había que transformar la consciencia de las personas, desde el egoísmo hacia la generosidad plena, donde no haya ya diferencia entre el interés propio y el ajeno; que para eso, es necesario, deliberar políticamente y prohibir cuanto más se pueda al mercado.

Supo Jackson así que tenía una “escala de valores” superior, no solo a la derecha, sino que a la izquierda “socialdemócrata”. El mundo se le apareció claro y discernido: allá los alienados, acá los auténticos, allá los egoístas, acá los generosos.

Con la buena nueva pasó de la FEUC a la Cámara. Henchido con ella fracasó como ministro, especialmente por su desdén con los parlamentarios polutos. Ahora, al parecer, su pureza lo llevó a presionar indebidamente a una subordinada.

El moralismo académico-frenteamplista ya hizo fracasar estrepitosamente la Convención. Con la misma prensa e influencias: el Apruebo en el plebiscito de entrada tuvo 80 por ciento y el Rechazo en el de salida, 62 por ciento. El radicalismo de los convencionales jurisletrados está en la base del peor fracaso democrático de la izquierda en la entera historia de Chile. Todavía no se hacen responsables. No podrán hacerlo, mientras mantengan su credo moralizante y, según él, estén entre los buenos.

El Presidente Boric ha sido más pragmático. Titubea, y ya al titubear demuestra humanidad, una sensatez que termina, a intervalos, acogiendo la realidad concreta, la realidad sufriente del país, inseguro, amenazado, con angustia.

Él y algunos frenteamplistas presienten o se percatan de que si el mercado puede fomentar el egoísmo, es también un factor decisivo para dividir el poder social (si quien gobierna y quien emplea coinciden, entonces la libertad queda severamente amenazada); o de que la deliberación política no siempre produce buenos resultados, ni aun cuando los presuntamente impolutos sean mayoría, como en la ex Convención.

Por lustros hemos estado presa de los extremos. Del extremo economicista de cierta derecha, que estuvo dispuesta al hundimiento con tal de no ceder el credo neoliberal y de la subsidiariedad negativa. Y del extremo moralizante de la izquierda de Jackson y su profesor. Cualquier entendimiento productivo, capaz de generar los acuerdos y grandes reformas que se requieren para sacar a Chile de la “Crisis del Bicentenario”, exige ir dejando atrás los discursos excluyentes. Ya por eso, quizás sería adecuado que la acusación prosperara y el proceso de su posible maduración Jackson lo hiciera sin poder ni capacidad de dañar a sus subalternos.

Por Hugo Herrera, profesor titular Facultad de Derecho UDP