Columna de Hugo Herrera: Lo que aprendí


RETRATO SEBASTIAN PIÑERA
FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA


Por diez años critiqué a la derecha y a Sebastián Piñera en particular, por su énfasis excesivo en la gestión y la falta de un pensamiento propiamente político. El Frente Amplio lo cuestionaba también, desde una posición marxista, según la cual el mercado es fuente de alienación.

El Presidente Boric ahora reconoce exceso de celo. El abuso ideológico del FA llevó no solo al maltrato. Además, miembros suyos asumieron superioridad moral y algunos incluso se sintieron facultados para montar un sistema de financiamiento irregular.

La muerte del Presidente Piñera parece haber puesto delante con claridad algo. En el balance, su decisión de rescatar a los mineros; su compromiso con el buen funcionamiento de las finanzas públicas; su reacción veloz y firme cuando sobre el mundo se cernía la amenaza de un virus nuevo; todo eso en el marco de un compromiso con la democracia incluso desde antes que su sector, en 1988, se recortan, en el momento de la muerte y adquieren perfil contra el misterio de la existencia.

Si del FA la crítica tenía cuño marxista, desde las posiciones de centroderecha a las que me siento cercano, lo cuestionamos por soslayar el problema de la legitimidad, de la falta de pensamiento político y una visión nacional. Ciertamente, las críticas tienen algo de pertinencia y la muerte del Presidente no las borra.

Sin embargo, la interrupción que produce su fallecimiento y el momento reflexivo que permite, me han llevado a pensar en el significado de la parte en la que él destacó y a la que dedicó -en parte fundamental, con éxito- sus mejores esfuerzos: la gestión pública, el manejo del inmenso y complejísimo aparato estatal, el funcionamiento ordenado de los servicios, oficinas y reparticiones, el aprovisionamiento responsable y austero de la maquinaria.

Logró, con celo gestor y conducción segura, salvar muchas vidas, durante el coronavirus; reconstruir con rapidez al país, tras el terremoto; arrebatarle a las profundidades de la tierra 33 humanos sepultados en vida; mantener el orden presupuestario, las policías, el sistema público funcionando razonablemente y en medio de dos crisis políticas severas en 2011 y 2019. El país sorteó los escollos y fue entregado dos veces en tiempo y forma a las nuevas autoridades.

Es tarde para decírselo personalmente. Pero su muerte me ha hecho aprender algo. El significado hondo de la gestión pública. De mantener al Estado con las capacidades operativas para cumplir sus funciones: de orden y seguridad, salud, en fin, en todas las áreas esenciales para su existencia. Un significado que puede ser visto como menor, al lado de las tareas inmensas de constituir una nación efectivamente integrada o una ciudadanía no-alienada. No es trivial, empero, sino piedra angular, la vocación con la que vibró su existencia durante las dos presidencias. Tozudamente. Con la porfía de quien está convencido de la importancia de su tarea.

Por Hugo Herrera, profesor titular Facultad de Derecho UDP

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