Columna de Hugo Herrera: Los comunistas y la democracia
Insisten en operar “en la calle”, por vías de hecho, y desde las instituciones. Mantienen la presión sobre el gobierno, desde posiciones radicales. Se negaron a firmar el acuerdo de noviembre de 2019, por el cual se logró superar la fase más tensa del estallido social. Rinden honores a cuanta autocracia de izquierda aparezca. Celebran Corea del Norte; critican que el gobierno exija democracia para Cuba.
Las lealtades del PC parecen estar eminentemente con el PC. Después de eso, recién después, con Chile. El internacionalismo comunista persiste. Primero es la revolución (cuya incierta emancipación termina indefectiblemente en dictadura). Luego la nación respectiva. Ni Stalin pudo mantener tanto rigorismo (el dictador tuvo que invocar a la “madre Rusia”, a la patria, al nacionalismo ruso, en su lucha contra Alemania en la 2ª Guerra Mundial). Pero insisten, como si no hubiesen sido responsables del Muro en Berlín, las matanzas de decenas, un centenar de millones de seres humanos.
No sirve decir que son solo chilenos y no rusos, por ejemplo. Son corresponsables. Cada vez que respaldan una dictadura. Cuando partieron al exilio, se les ofreció instalar al partido en Italia, con los comunistas reformados o “eurocomunistas”. Pero los chilenos prefirieron sentar domicilio en el centro universal de la tiranía, en Moscú.
Lo dicho toca solo una pequeña parte del infame expediente comunista. Si se lo menciona se victimizan y hablan de “anticomunismo”. En Alemania, una democracia europea avanzada, el Partido Comunista está prohibido. En Chile está permitido y mientras no atente directa y reiteradamente contra el orden social y político, está bien que así sea.
Sin embargo, si algo ha quedado claro desde el 18 de octubre, es que Chile necesita un gran acuerdo político para seguir adelante, con cuyas bases democráticas y republicanas quepa exigir estricta lealtad, sobre cuyos fundamentos puedan emprenderse reformas de entidad que nos saquen del estancamiento multidimensional en el que nos hallamos.
Se critica habitualmente el vínculo de los partidos de centro y derecha con los Republicanos. Más allá de que estos no validan ni vías de hecho ni dictadores en ejercicio, no se encuentran integrados en un pacto político. Distinto es con el PC, que forma en las fuerzas del gobierno. Es menester entonces plantear el siguiente problema. Si Chile necesita un nuevo acuerdo nacional, bases renovadas de la convivencia republicana y democrática; si la responsabilidad de tales acuerdos y renovación recae eminentemente sobre el Presidente de la República, ¿tiene sentido que la alianza gobernante mantenga consigo el lastre de fuerzas que se han opuesto una y otra vez (desde el 15 de noviembre en adelante) a todo acuerdo nacional viable; cuya lealtad, además, con los principios republicanos y democráticos es, cuanto menos, dudosa?
Por Hugo Herrera, profesor titular Facultad de Derecho UDP