Columna de Hugo Herrera: Un nuevo proyecto existencial
Persisten dos hechos fundamentales. (1) No hay antecedentes para sostener que los factores tras la crisis del 18 de octubre de 2019 se han esfumado. (2) No se les ha brindado camino institucional y político de salida a las exigencias populares más enconadas.
Siguen existiendo precariedades gravísimas: en salud, educación, productividad, seguridad e institucionalidad territorial. Los vínculos de pertenencia se han difuminado sin que emerjan nuevas maneras de organización de la vida. Y las dos formas eminentes de abordar los problemas nacionales no han operado. Dos procesos constituyentes fracasaron. Tampoco los presidentes -Piñera y Boric- lograron estar al nivel de sus cargos y conducir el proceso político en base a grandes reformas consensuadas.
Seguimos como comenzamos. Más cansados. Pero el problema yace ahí. Latente. Las energías populares continúan a la espera de una nueva oportunidad, de cuajar otra vez como pueblo y hacer temblar los fundamentos.
El orden institucional chileno se ha sostenido en dos proyectos existenciales y un orden neoliberal pasado por reformas democratizantes e integradoras. Primero, el proyecto portaliano, que estabilizó al país sobre la base de un equilibrio entre la oligarquía y la Presidencia de la República. En 1891 la oligarquía se sacudió la Presidencia. Élites desarraigadas, operando según discursos estrechos, devinieron incapaces de comprender a los grupos sociales emergentes.
De la “crisis del centenario” se sale gracias al nacimiento de un segundo proyecto existencial. Alessandri e Ibáñez instauran los rudimentos de un Estado social. Su orden rige hasta mediados de los sesenta, cuando discursos omniabarcantes, con pretensiones de sistema y excluyentes (desarrollismo, marxismo, neoliberalismo) prevalecen.
Tras la dictadura, el orden de la Concertación fue un esfuerzo con pretensiones de realidad y humanismo. Pero tal orden se agotó. Luego de su caída, regresaron los discursos de tono total y excluyente, en nuevas versiones.
La disputa la protagonizan hoy remanentes neoliberales, que ven en un mercado máximo y un Estado mínimo la llave de la libertad; y moralizantes neomarxistas identificados con los estrictos razonamientos universalizantes de la deliberación pública.
El estreñimiento de ambos discursos ha sido factor decisivo tras las exclusiones en los procesos constituyentes y la incapacidad de dos gobiernos de conducir acuerdos integradores.
El actual orden se desploma y aún no nace uno nuevo. Los responsables de producirlo no están a la vista. En medio del desplome de lo viejo, cuando todavía no se atisba el porvenir, emergen el vacío y la ansiedad. Urge una comprensión de carácter nacional que deje atrás las pretensiones estériles de economicistas y moralizantes, y se abra a la situación efectiva del pueblo en su territorio, con la vista puesta en la articulación de un nuevo proyecto existencial.
Hugo Herrera, profesor titular, Faculta de Derecho UDP.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.