Columna de Hugo Herrera: ¿Y si ganan?

Consejo Constitucional


Algunos en la izquierda están ya decididos por el “rechazo” o bajándose del proceso. Hay quienes desde el inicio se manifestaron hostiles. El Presidente Boric muestra más cautela. Y hay en la izquierda quienes se resisten a ver fracasar un nuevo proceso.

Chile necesita cosas en común. De ahí viene eso de la res pública: símbolos compartidos e intangibles, a los que quepa exigir lealtad, como una Carta Fundamental. La primera convención fracasó porque sus miembros nunca entendieron que el 80 por ciento del plebiscito de entrada contenía al menos un 20 por ciento de derecha; y que una Constitución opera en un nivel distinto, más fundamental, que el de una victoria partidista. En la trampa de querer convertir la Constitución en base de un programa excluyente del otro, estuvo la fuente del peor fracaso político de la izquierda en toda su historia. Ahí podría estar la razón del fracaso político de los republicanos.

Si el Partido Republicano insiste en hacer coincidir el texto con su cartilla programática, lo más probable es el fracaso.

Pero se juegan también otras responsabilidades. La centroderecha debe conseguir plantear una visión política integradora. Para eso le falta -¡todavía!- el llamado “relato”: un pensamiento político capaz de discernirla de los extremos y de expresar una visión justificada del país.

Los “socialdemócratas”, “fabianos” o comoquiera que llamemos a las izquierdas institucionales y con capacidades integradoras, no deben ceder a la tentación, eventualmente gratificante pero irresponsable, del descuelgue. Mientras se pueda, han de conversar para levantar las dificultades mayores del proyecto, los conatos de imposiciones programáticas, de tal suerte que se logre parir el símbolo.

Si los sectores más al centro -más capaces usualmente de conversar y pensar a un país donde todos los grupos republicanos y democráticos en principio quepan- quieren contribuir al objetivo de lograr esa cosa común a la que llamamos Constitución, entonces deben emplearse lealmente en el esfuerzo de participar, hasta el final.

Además de las cuentas que en el otro caso quedarían pendientes, hay un riesgo mayor. Con la izquierda estancada, desde que hay voto obligatorio, en el 38 por ciento; el apoyo al gobierno en el suelo; la visión de desorden y desazón que proyectan los grupos más a la izquierda; el estancamiento económico; los problemas de seguridad; con todo eso más algunas medidas de los republicanos que logren volverse populares, está el peligro de que el proyecto, con descolgados y todo, gane. El triunfo de un proyecto partisano de esa banda derecha sería tan dificultoso como lo hubiera sido el triunfo del proyecto partisano de la desaforada convención. Dificultoso porque, allende la victoria puntual, varias otras cosas tendrían que ocurrir para que una tal carta lograse volverse lo que una Constitución ha de ser: símbolo compartido e intangible de la convivencia nacional.

Por Hugo Herrera, profesor titular Facultad de Derecho UDP

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