Columna de Ian Bremmer: La UE aplasta a un tábano
Por Ian Bremmer, presidente y fundador de Eurasia Group y GZERO Media, y autor de El poder de la crisis.
Para los cínicos políticos, la Unión Europea ha sido durante mucho tiempo un blanco fácil. El tamaño y la escala de sus ambiciones y la continua sobreproducción de absurdos burocráticos ofrecen amplias oportunidades para la burla, dentro y fuera de Europa. Pero la cumbre del 1 de febrero, en la que se resolvieron las diferencias entre los Estados miembros sobre un paquete plurianual de financiación de la UE para Ucrania, nos recuerda una vez más que, en cuestiones prioritarias, la UE funciona con mucha más eficacia de lo que sugieren la sabiduría convencional y los populistas euroescépticos.
El éxito de febrero no era inevitable. Una reunión celebrada en diciembre para conceder a Ucrania un paquete de ayuda de 50.000 millones de euros acabó en polémica cuando el chantajista político en serie Viktor Orban, primer ministro de Hungría, vetó un plan que requería el apoyo unánime de los 27 Estados miembros de la UE. Kiev necesita ese dinero para pagar pensiones, salarios y otros gastos durante los próximos cuatro años, mientras Ucrania lucha por repeler a los invasores rusos, y la creciente incertidumbre política sobre el futuro de la ayuda estadounidense a Ucrania, exacerbada por la preocupación de que las elecciones estadounidenses de noviembre puedan crear nuevos obstáculos, añadió un sentido de urgencia a la petición.
A cambio de desbloquear el plan, Orban planteó varias exigencias. En primer lugar, pidió una revisión anual del plan de ayuda a Ucrania. Los funcionarios de la UE decidieron, con razón en mi opinión, que se trataba de un intento de Orban de garantizarse una amenaza de veto anual que le daría influencia a largo plazo para obtener un flujo constante de nuevas concesiones de la UE. También quería asegurarse el resto de los 20.000 millones de euros de fondos de la UE destinados a Hungría que están bloqueados hasta que Orban responda a las preocupaciones de la UE sobre corrupción y derechos humanos en el trato de su gobierno a algunos de los grupos minoritarios húngaros. (A finales del año pasado se descongelaron 10.000 millones de euros en fondos, pero gran parte de este dinero aún no se ha desembolsado).
Orban es considerado por muchos el mejor amigo del Presidente ruso Vladimir Putin en Europa, lo que añade credibilidad a las sospechas de que quiere socavar el apoyo europeo a un país que Putin intenta conquistar. Pero Orban tiene una preocupación más práctica sobre el futuro de Ucrania. Si ese país se adhiere algún día a la UE, Hungría pasaría a ser un contribuyente neto al presupuesto de la UE en lugar de un receptor neto, ya que el país, mucho más grande y necesitado desesperadamente de la reconstrucción de posguerra, necesitaría tanta ayuda financiera temprana.
El primer ministro húngaro también quería ayudar a impulsar el rendimiento de los partidos populistas en las elecciones europeas previstas para junio, haciendo de la “fatiga de Ucrania” un tema electoral que pudiera ganarle nuevos aliados dentro de Estados con partidos políticos simpatizantes -Estados como Alemania y los Países Bajos, por ejemplo-.
Pero Orban perdió esta batalla porque los otros 26 Estados miembros de la UE -incluida Polonia, donde las elecciones del año pasado dieron lugar a un gobierno mucho menos afín al conservadurismo social de Orban y a su inclinación populista antieuropea- votaron para privar a Orbán de la posibilidad de utilizar futuras revisiones de este paquete para vetarlo. Hungría levantó su veto cuando otros Estados prometieron una revisión, en caso necesario, al cabo de dos años, pero que no proporcionaría a Hungría otro veto.
Los funcionarios de la UE también parecen haber convencido a Orban de que otros gobiernos de la UE podrían ayudar a Ucrania individualmente sin su apoyo, ofreciendo a Kiev préstamos al margen del presupuesto de la UE. “Consigue lo que puedas”, advirtieron los funcionarios de la UE, “porque no tienes la capacidad de negociación que crees que tienes”.
Por último, y lo que es más importante, otros Estados miembros de la UE saben que Orban está jugando una mano débil. La economía húngara se contrajo el año pasado, con una inflación superior al 25%. Los tipos de interés se situaron en el 10,75% en diciembre, y su ratio deuda/PIB ha alcanzado el 70%. La UE sabía que podía aprovechar estas debilidades. Orban comprendió que otro veto a la ayuda a Ucrania podría incluso limitar el acceso de Hungría a los 44.000 millones de euros a los que podría acceder con cargo al presupuesto de la UE. Y los altos funcionarios de la UE sabían que las condiciones económicas y financieras del país se hundirían rápidamente si Orban perdía el acceso permanente a estos fondos. Orban se dio cuenta de que había elegido una pelea que no podía ganar, y se retiró.
No nos equivoquemos: La UE sigue teniendo importantes limitaciones. La ayuda a Ucrania se ha visto frenada durante siete meses de guerra porque el plan sigue supeditado a una revisión del gasto general de la UE. Y, lo que es más preocupante, nadie cree que 50.000 millones de euros en cuatro años, aunque muy necesarios y muy bien acogidos en Kiev, vayan a servir para ayudar a Ucrania a ganar la guerra. Esta victoria táctica sobre Orban tampoco supone el fin de los intentos del líder húngaro de obtener concesiones a cambio de cooperación. Hungría es ahora el único país de la UE que aún no ha dado su visto bueno a la candidatura de Suecia para entrar en la OTAN. Habrá que esperar a ver qué quiere Orban por ello.
Pero al emplear tácticas duras de negociación para mantener la unidad de la Unión en este asunto de gran repercusión, la UE ha vuelto a demostrar que, a la hora de la verdad, aún puede hacer grandes cosas.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.