Columna de Ian Bremmer: Trump 2.0 ralentizará, no matará, la transición energética mundial

Trump


Por Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group y de GZero Media.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha hecho temer que la transición energética mundial sea revertida. El presidente estadounidense ha prometido “perforar, perforar y perforar”, hacer retroceder la normativa medioambiental y acabar con la «nueva estafa verde». Como la Tierra sigue calentándose -este mes de enero fue el más cálido jamás registrado, y 2024 fue el primer año con temperaturas medias globales superiores a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales- y las métricas de descarbonización siguen estando por detrás de las vías científicas de cero emisiones netas, a muchos les preocupa que estemos a punto de asistir a una ralentización mundial en el abandono de los combustibles fósiles.

Pero Trump no pudo acabar con la transición ecológica durante su primer mandato, y tampoco lo conseguirá esta vez. La razón es sencilla: Los avances tecnológicos, las pronunciadas curvas de aprendizaje y la caída en picado de los costes han hecho que las fuentes de energía limpia sean más baratas que los combustibles fósiles en la mayoría de los lugares. Y mientras que en 2017 la revolución no había hecho más que empezar, ahora ha alcanzado la velocidad de escape. Este momentum no está siendo impulsado por la política o la intervención gubernamental, sino por los mercados. El hecho de que Texas lidere el despliegue de energías renovables es un buen ejemplo: La política ya no frenará la transición energética estadounidense.

Eso no quiere decir que la política no ralentice la transición. En Estados Unidos, la administración Trump ya está tomando medidas para relajar la normativa medioambiental y climática, promover la producción nacional de petróleo y gas, apoyar las perspectivas de las centrales eléctricas de gas y poner fin a los incentivos a las energías limpias y a la adopción de vehículos eléctricos. Las órdenes ejecutivas del primer día del presidente ampliaron las tierras federales disponibles para el arrendamiento de petróleo y gas, revocaron la suspensión del anterior presidente Joe Biden de la aprobación de nuevas terminales de GNL y pusieron en pausa nuevos proyectos eólicos en tierras y aguas federales. Ayudado por las mayorías republicanas en el Congreso, Trump tratará de derogar aproximadamente la mitad de la huella de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), incluidas las ayudas a los vehículos eléctricos y a la energía eólica marina, así como los Créditos Fiscales a la Inversión y los Créditos Fiscales a la Producción.

Sin embargo, ningún edicto de Washington puede detener el avance de la transición energética estadounidense. A pesar de las afirmaciones de Trump de una “emergencia energética nacional”, Estados Unidos ha sido un exportador neto de energía desde 2019 y ya produce más petróleo que cualquier país en la historia. Pero con los precios bajos y la producción estadounidense de petróleo y gas ya en niveles récord, la producción de combustibles fósiles tendrá dificultades para subir mucho más a corto plazo, haga lo que haga Trump.

Por tanto, el despliegue de energías limpias continuará, impulsado por el aumento de la demanda de electricidad y el descenso de los costes, especialmente de la energía solar. Las eléctricas estadounidenses seguirán apostando por el desarrollo agresivo de las energías renovables para mantener el ritmo de aumento del consumo energético y garantizar la adecuación de la red, aunque también se amplíen las nuevas centrales de gas. Los fabricantes de automóviles estadounidenses no abandonarán sus planes a largo plazo para los vehículos eléctricos, aunque la administración Trump elimine los incentivos a los vehículos eléctricos y la financiación de la infraestructura de recarga. Y los estados controlados por los demócratas seguirán aplicando ambiciosas políticas de descarbonización, como hicieron durante el primer mandato de Trump.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pronuncia un discurso durante una visita a la plataforma petrolera Double Eagle Energy, en Midland, Texas, el 29 de julio de 2020. Foto: Reuters

Tal vez lo más importante es que partes significativas de la IRA seguirán en vigor debido a su apoyo político con las circunscripciones republicanas, que se han beneficiado desproporcionadamente de las inversiones y la creación de empleo que ha creado. Las tecnologías de energía limpia de nueva generación, como la nuclear, la geotérmica y la captura y almacenamiento de carbono, seguirán recibiendo apoyo.

La retirada de Estados Unidos del liderazgo climático mundial tendrá implicaciones significativas, pero no fatales, para el ritmo de la transición energética en el extranjero. La decisión de Trump de retirar de nuevo a EE.UU. del Acuerdo de París y retirar la financiación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático reducirá los flujos de financiación climática para las economías emergentes, frenará su entusiasmo por una acción climática acelerada y animará a algunas como Argentina e Indonesia a seguir el ejemplo de Trump.

Pero al igual que la transición estadounidense es imparable, también lo es la mundial. Los países industrializados distintos de EE.UU. seguirán ampliamente comprometidos con el Acuerdo de París. Europa ve la transición energética como una forma de reducir su dependencia de las importaciones y mejorar su seguridad energética. Por su parte, India, el emisor de más rápido crecimiento del mundo, ve en la descarbonización una oportunidad económica y un paso necesario para reducir parte de la peor contaminación atmosférica del planeta. Y la mayoría de los demás mercados emergentes están deseosos de acelerar su despliegue de renovables por razones puramente económicas. Y lo que es más importante, China -la mayor fuente de emisiones mundiales- está a punto de alcanzar un pico de emisiones cinco años antes del objetivo que se había fijado para 2030.

Los fabricantes chinos de tecnologías como paneles solares, vehículos eléctricos y baterías, que ya dominan las cadenas de suministro mundiales, tampoco abandonarán sus ambiciones de expansión por los cambios en la demanda estadounidense o el acceso al mercado. En todo caso, ven las políticas de la administración Trump como una oportunidad para ganar cuota de mercado mundial, acelerando la adopción global de estas tecnologías e impulsando nuevas caídas de precios. Mientras Estados Unidos se queda aún más rezagado respecto a China en energías limpias, la continua caída de los costes de la energía renovable animará a más mercados emergentes a adoptar energías renovables nacionales más baratas, como la solar y la eólica, frente a los volátiles combustibles fósiles importados.

Las fuerzas económicas y tecnológicas que impulsan la revolución de las energías limpias son demasiado poderosas para que un solo país -incluso Estados Unidos- o un solo presidente -incluso Trump- pueda detenerlas. La transición mundial seguirá adelante, aunque el viaje incluya algunos baches más por el camino.

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