Columna de Ignacio Imas: 2024 convertido en el año bisagra

Republican presidential nominee Trump and U.S. Senator Vance hold a rally in Minnesota
Donald Trump habla durante un evento electoral de cara a las elecciones de noviembre en Estados Unidos. REUTERS/Carlos Osorio


Hemos tenido diferentes elecciones durante este 2024, muchas de las cuales marcarán el destino del planeta, como las francesas, las británicas, y las de noviembre en Estados Unidos. En estas y en otras los temas que han marcado la campaña se han repetido: economía, seguridad, y migración ¿por qué?

El mundo ha vivido diferentes golpes. La llegada de Trump a la Casa Blanca gatilló una guerra económica entre ese país y China, que nos obligó a estar alertas de forma permanente y ser excesivamente cautos. Cuando nos estábamos acostumbrando a esa nueva realidad, vino la pandemia del COVID. Este virus cambió nuestras vidas, el distanciamiento social y cuarentenas tuvieron un impacto en las economías. Para enfrentar este problema, los gobiernos inyectaron miles de millones en ayudas sociales. Por si esto no fuera poco, apenas salíamos de los encierros, Vladimir Putin tuvo la mala idea de seguir su proyecto imperialista e invadió Ucrania. Nuestras vidas probablemente no se habían visto influidas por tantas variables ni con la profundidad vista.

Aunque muchos gobiernos lograron hacer frente, otros no. Y como ocurre regularmente, no a todos les impactó de la misma forma. Este resultado agudizó la problemática de la migración. Han sido quienes tienen menos los que han sufrido aún más que el resto. Sin embargo, los gobiernos y sus autoridades no han logrado manejar aún las consecuencias políticas. Los ciudadanos, cada vez más críticos, evalúan con mayor rigor a sus representantes, con la consecuente baja de popularidad. Quienes se han enfrentado a elecciones, regularmente pierden. Este fenómeno puede explicarse por la creciente desconfianza en las instituciones y el desencanto con la política tradicional. Por otro lado, las personas son cada vez más proclives a soluciones rápidas a problemas complejos, siendo vulnerables a discursos extremistas bajo la dinámica amigo-enemigo que buscan aglutinar fuerzas en su beneficio. Así, el deterioro de las democracias sigue en aumento, siendo víctimas de minorías que no se cuestionan relatos polarizantes. Los partidos políticos tradicionales, tentados a subirse a esta ola, terminan siendo funcionales a estos nuevos actores. Basta mirar a Francia y el Nuevo Frente Popular, al Partido Republicano con Donald Trump, o a Chile.

¿Cómo salir de aquí? No lo sé. No estamos preparados aún para dar soluciones definitivas. Los únicos caminos han sido más bien exploratorios. Estamos lejos de dar fórmulas, y es justamente donde radica uno de los tantos problemas. Se ha configurado un grupo importante e influyente que se creen dueños de la verdad, y sobresalen del resto por el mero hecho de gritar más u ofrecer ideas excéntricas. Por mi parte me queda decir que al menos debemos reflexionar de forma pausada, pero con la urgencia del momento. El 2024 es el año que puede poner al mundo de manera definitiva en un camino sin retorno. Se convirtió tal vez sin saberlo en el año bisagra, en el cual se cristalizan los cambios que están generando amenazas al orden y estructuras conocidas.

Por Ignacio Imas Arenas, gerente de Asuntos Públicos de Imaginacción.

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