Columna de Ignacio Imas: Una calle (aún) sin salida
Nos hallamos inmersos en un momento crucial de redefinición de los pilares sobre los cuales se erige nuestra sociedad. Vivimos en una desintegración de los paradigmas que alguna vez definieron nuestra sociedad.
La democracia liberal, que durante décadas fue considerada como el paradigma indiscutible de organización política y social, se enfrenta ahora a un escrutinio sin precedentes. Este régimen político ha mostrado signos de fatiga y degradación en su implementación práctica. La erosión de la confianza en las instituciones democráticas se ha visto alimentada por una serie de factores, entre ellos el comportamiento de nuestras elites que han hecho bastante para volver a la democracia en un escenario árido para las personas. Es así como logran tener amplio espacio para la creación y establecimiento de prácticas de corte endogámica que solo cristaliza este desapego ciudadano. Por otro lado, los individuos más por acomodo que por convencimiento van creyendo que la política -y los políticos- tienen cada vez menos un rol preponderante en sus vidas, cuando es todo lo contrario.
En paralelo, observamos el debilitamiento de los organismos multilaterales, que alguna vez fueron los pilares del orden global. Estas instituciones, se concibieron como foros de cooperación internacional y arbitraje de conflictos, pero en la actualidad perdieron de manera profunda su influencia y legitimidad. Los propios Estados han sido responsables de su declive. Han sido estos los cuales lejos de adherirse a las decisiones tomadas, han ido contra estas. Asimismo, el resurgimiento de los nacionalismos tiene como principal rival la ONU y otros. Todo esto ha tenido como telón de fondo la porosidad de nuestras sociedades. La polarización política y afectiva han roto consensos básicos y han dado lugar a un clima de desconfianzas.
Como telón de fondo, nuestras sociedades han generado porosidades ante la polarización, alimentada por la desinformación, las redes sociales y la fragmentación de la opinión pública, ha exacerbado estas tendencias. La falta de consenso básico sobre cuestiones fundamentales ha generado un clima de desconfianza y división. Por último, hoy el mundo adolece de liderazgos quienes en alguna medida nos ayuden a navegar por estos nuevos mares. El barco se encuentra a merced de nuevos referentes distintos a los acostumbrados. Los políticos dejaron espacios para las cabezas de las nuevas empresas tecnológicas, quienes tienen importante ascendencia no solo económica sino también simbólica, el mejor ejemplo es Elon Musk.
El escenario que ilustro está lleno de riesgos. No solo hablo en lo político, es conocido que los mercados funcionan mejor en lugares donde las democracias liberales gozan de buena salud. Es justamente en estos países donde se han dinamitado estos pilares básicos en los cuales se asentó, al menos parte importante del mundo occidental. Estos fenómenos han ido a una velocidad vertiginosa. No existe por ahora una o unas respuestas de cómo afrontar los desafíos que nos ponen estos nuevos escenarios, si es importante tomarlos en serio. Estos llegaron para quedarse en muchos casos, y la cuestión está en cuán dispuestos estamos a ser flexibles.
Ignacio Imas Arenas, cientista político, gerente asuntos públicos Imaginaccion.
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