Columna de Iris Boeninger: El enemigo silencioso de la democracia

El ego político es el verdadero “pacto de élites” que nadie firmó, pero todos practican.
La calidad de la democracia se ve afectada por las constantes peleas políticas. La compleja elección del presidente del Senado y reacciones posteriores no son aceptables. Deben autoconvocarse a la unidad y la calma. El individualismo exacerbado perjudica el avance del país. Más de 200 personas aspiran a la Presidencia, lo cual refleja un ego político desmedido. Se creen capaces de gobernar y superar los graves problemas de Chile.
El ego político es el verdadero “pacto de élites” que nadie firmó, pero todos practican. Un escudo contra la inseguridad que obstaculiza conexiones genuinas y productivas. En un entorno competitivo donde el éxito y la visibilidad en redes sociales son primordiales, el reto es dedicar menos tiempo a la ostentación y a la lucha por logros personales, y más a las necesidades colectivas de los ciudadanos.
No fue la Constitución, no fue la izquierda, no fue la derecha, no fue la “ciudadanía confundida”, ni tampoco “las fake news”. Si uno raspa un poco, el gran responsable del pantano político chileno tiene nombre y apellido: ego. Es impresionante su capacidad de mutar, camuflarse y de sobrevivir a todas las derrotas.
El ego convierte a cualquier mediocre con micrófono en visionario o potencial candidato a la Presidencia, a cualquier rostro de matinal en padre de la patria, y a cualquier caudillo de barrio en refundador del país.
En el proceso constituyente del 2022, el ego ocupaba la testera, exigiendo reflectores, monopolizando la palabra y empujando -como buen matón de colegio- cualquier atisbo de diálogo al patio trasero. Convencionales que creyeron que las cámaras eran un set de filmación, que la política era un monólogo y que el 80% del Apruebo del plebiscito era un cheque en blanco para hacer y deshacer. Resultado: un texto mal narrado, con errores de fondo y forma, y que terminó siendo rechazado con la misma fuerza con la que fue inicialmente aplaudido.
¿Aprendimos? No. El ego no tiene ideología ni lealtades. Este patrón se repitió en el segundo proceso constitucional, donde la derecha republicana actuó con superioridad moral sobre el diálogo y los acuerdos, y fue otro fracaso.
Este año Chile elige Presidente de la República. Las elecciones deben ser una oportunidad para debatir ideas y proyectos de país, no una pasarela de personalismos, frases hechas y una pelea encubierta por quién quedará en la historia, aunque eso implique llevarse puesto al electorado.
Asesores que creen que la elección se gana solo en Twitter o en TikTok, estrategas que piensan que un “buen viral” vale más que un programa sólido, dirigentes que sabotean a su propio candidato si no les dan cupo en el eventual gobierno. Todos juegan su partido propio, mientras las urgencias sociales de la gente quedan en segundo plano.
El ego ha sido, es y probablemente seguirá siendo, uno de los principales obstáculos para que la política chilena le hable de frente a la gente, sin tanta pose ni frase rimbombante, y con soluciones reales en la mano. Pero claro, pedirle eso a quienes ya se ven estampados en los libros de historia es casi pedir un milagro.
Por Iris Boeninger, economista y ex embajadora de Chile en Uruguay
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