Columna de Iris Boeninger: La gran derrota
Chile y los chilenos han sido derrotados. El sueño de progreso de la clase media está suspendido entre faltas de liderazgos, ideologizaciones extremas, miradas identitarias sobre un modelo determinado de sociedad en lugar de prestarle atención a las necesidades de la gente.
Chile está estancado desde el último gobierno de Michelle Bachelet. Los tiempos se han hecho aún más aciagos desde el 18 de octubre de 2019. Fuimos testigos de una violencia que destruyó bienes públicos y de la validación de aquella violencia como “medio de expresión del pueblo” por parte de quienes hoy nos gobiernan, sumando indultos a peligrosos delincuentes. También fuimos testigos del silencio cómplice de quienes callaron y no condenaron lo que ocurría.
Atravesamos dos procesos constituyentes, ambos fallidos en su intento de contar con una nueva constitución. Esto es un fracaso de la política con Chile, perjudicando a los chilenos, coartando el futuro a los jóvenes, dificultando el progreso de la clase media. Aquellos sectores que no supieron administrar sus mayorías electorales “circunstanciales”, para llegar a los acuerdos necesarios -cediendo todos un poco- han generado esta grave incertidumbre política, lo que dificulta el necesario aumento de la inversión, del empleo y crecimiento.
Somos testigos del gravísimo caso de corrupción de fundaciones que rompiendo todas las reglas de utilización de fondos públicos, en nombre de “obras sociales”, derivaron para otros fines los dineros públicos. Somos testigos de la tremenda corrupción en muchos municipios con causas pendientes en la justicia.
Somos testigos de la inacción e incapacidad del gobierno que perdió tiempo primero esperando el triunfo del texto constitucional que se rechazó. Y acá estamos, en el desamparo absoluto que genera la falta de acción, producto de cálculos políticos que en nada benefician a los chilenos. El agotamiento constitucional de los chilenos llegó a su límite.
Hoy Chile tiene carencia de aquellos liderazgos que deberían sumar una amalgama de cualidades que van desde la audacia hasta la capacidad de inspirar una visión compartida o hacer aflorar todo el potencial de las personas.
Los 30 años fueron un punto de partida hacia algo infinitamente mejor, y es lamentable que acabara en lo que acabó.
El gran desafío de la política democrática y transformadora es recuperar la esperanza y los sueños. De no ocurrir, la confianza en el futuro no será posible, esfumándose cualquier proyecto de progreso. Sin esperanza, las pasiones tristes dominarán la conversación. En esta época de las pasiones tristes, la política se olvidó del futuro. No existe, entonces, la paciencia que nace de la confianza, sino la impaciencia antipolítica que se alimenta del miedo y la desconfianza pudiendo aparecer atajos autoritarios. Un liderazgo que no genera cambio no es, en realidad, liderazgo.
Esa es la gran derrota.
Por Iris Boeninger, economista y ex embajadora en Uruguay