Columna de Iryna Tsilyk: Las semillas sembradas: o el valor del arte ucraniano durante la guerra

Soldados ucranianos inspeccionan un área en busca de minas y proyectiles sin explotar cerca de una línea de frente, cerca de la ciudad de Chasiv Yar en la región de Donetsk, el 10 de enero de 2025. Foto: Reuters


Por Iryna Tsilyk, directora de cine, escritora y poeta ucraniana. Su documental “La tierra es azul como una naranja” (2020) obtuvo el premio a la mejor dirección en el Festival de Cine de Sundance, y el Premio Nacional de Ucrania de Tarás Shevchenko (2022). ”Cartas de Ucrania” es un proyecto de la campaña de solidaridad latinoamericana ¡Aguanta Ucrania! en conjunto con PEN Ucrania, UkraineWorld y el Instituto Ucraniano.

Durante estos 11 años de guerra en Ucrania, como directora de cine y escritora siempre me encuentro con la misma pregunta: “¿Qué pueden hacer los artistas en tiempos oscuros?”. Es una pregunta que me va surgiendo de distintas formas: con variadas dosis de escepticismo o, por el contrario, con la convicción del potencial del arte y de la cultura en general. Debatimos sobre ello tanto en los numerosos encuentros con los compañeros extranjeros, como entre nosotros, y, sobre todo, cuando nos quedamos a solas con esa pregunta en una habitación oscura ante nuestra propia conciencia.

Buena parte de los artistas ucranianos se han convertido en voluntarios y paramédicos activos, algunos incluso han tomado las armas. No conozco las cifras exactas, pero en Ucrania hay miles de figuras del mundo de la cultura que se han alistado en el Ejército. Mi marido, que es un conocido escritor ucraniano, sirve en las Fuerzas Armadas de Ucrania por segunda vez en esta guerra. Todo mi entorno se compone de personas que luchan en la guerra o de las personas que las esperan. Entre mis amigas cercanas hay viudas. Algunos de mis conocidos han desaparecido en el campo de batalla, o se encuentran en cautiverio ruso, o ya han muerto.

Ucrania pierde a diario a muchísima gente y está claro que, para nosotros, cualquier pérdida es trágica. Pero, pensando en la muerte de diversas figuras del mundo de la cultura, me doy cuenta de que, además, estas personas no sólo podrían estar construyendo nuevas casas, plantando árboles y teniendo hijos, sino también creando nuevos sentidos y conceptos del futuro. Ahora, los libros que ellos no llegaron a escribir, las películas que no llegaron a rodar, o la música que no llegaron a componer resuenan con un dolor ensordecedor. Y aquellos artistas que aún siguen vivos a menudo se sienten agotados o sencillamente no tienen tiempo de crear nuevas obras, porque hay otras prioridades.

Aun así, el resto de la población civil y militar de Ucrania necesita esas voces con urgencia. De repente, resulta que cuanto más crítica es la fase de la guerra, cuantos más misiles vuelan contra nuestras ciudades, más necesidad de momentos de normalidad tiene la gente, y esa normalidad incluye la vida cultural. Es justamente durante la guerra rusa contra Ucrania cuando se han aumentado las publicaciones de editoriales ucranianas y se han abierto numerosas librerías en varias ciudades. Los distribuidores de cine resaltan que las proyecciones de películas ucranianas nunca han gozado de tanta asistencia como ahora. El teatro ucraniano también florece como nunca, las imágenes de Instagram y los tik-toks sobre las colas para entrar en los teatros se han convertido en tendencia. La popularidad que ha alcanzado la poesía contemporánea ucraniana también es un fenómeno. Ahora, la gente percibe a los poetas como unas estrellas de rock: veo continuamente esas salas llenas de gente con mis propios ojos.

Hace poco, he vuelto de otra gira por el sur de Ucrania: Odesa, Mykolaiv, Kherson, Zaporiyia. Esas ciudades están bajo constantes bombardeos. Hay víctimas mortales entre civiles casi a diario. Aquí, el torbellino de los sucesos trágicos no se detiene. Pero justo aquí, en ese territorio cercano al frente que se encuentra bajo la constante amenaza, es donde veo las salas abarrotadas.

En Kherson, la ciudad que se encuentra bajo la ocupación parcial y que es un lugar realmente peligroso, los organizadores del evento en el que íbamos a participar nos han permitido a los poetas ir sólo en chalecos antibalas y con cascos, y nos han instruido en cómo actuar en el caso de un ataque con drones. El encuentro con los lectores se ha celebrado bajo secreto en uno de los refugios antiaéreos, sin anunciar el lugar, ni la hora. Sin embargo, y a pesar de la hora temprana del encuentro y el hecho de que fuera en día laboral, la sala estaba llena de gente.

No puedo evitar compartirles un caso muy reciente que me ha impresionado. Hace poco, un amigo mío, un ucraniano que lucha en la Legión Internacional de Ucrania, me contó de una conversación que tuvo con su compañero de filas, un italiano de Sicilia. Hablaban de cine contemporáneo ucraniano, y mi amigo le recomendó ver mi documental “La tierra es azul como una naranja”. El italiano le contestó: “Ya la he visto. Es más, esta película y la familia cuya historia retrata fueron una de las razones por las que ahora estoy aquí”. ¡Qué casualidad más maravillosa! Un extranjero de una isla lejana y soleada, que me encantaría visitar, vio mi película sobre una historia real de una familia de la región de Donetsk y ahora lucha para proteger Ucrania de sus enemigos.

En momentos como ese, pienso: al menos el arte aún sirve para algo. Sí, no es capaz de proteger a nadie de un misil o de cualquier otro tipo de agresión. Pero, con el tiempo, es capaz de inspirar, curar, registrar los hechos y las emociones importantes, guardar memoria, rellenar las lagunas del sinsentido de nuestra existencia con los trazos de las ideas y formar nuestros planes de futuro. En los momentos de desesperación intentaré acordarme del centenar de ojos que he visto en Zaporiyia, o en Querétaro, o en Nueva York, Oslo o París. Allí vive gente muy diferente, sobre la que no sé nada en la mayoría de los casos. Y ellos tampoco saben nada sobre mí, ni sobre la gente como yo. Pero las semillas ya han caído sobre la tierra, y algún fruto común acabará brotando de ella.

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