Columna de Isidora Mena: Violencia escolar, un desafío para la paz en las escuelas
Mucho se le pide a la escuela por la paz y la no violencia. Demasiado, quizás. Adultos, jóvenes, niños y niñas vivimos diariamente en una cultura que incluye muchas formas de violencia, tanto explícitas como ocultas, que aunque externas a las escuelas, inevitablemente se cuelan en ellas.
En 2023, el 75% de los estudiantes chilenos reportó haber presenciado algún tipo de violencia en sus escuelas, según datos del Mineduc. Este alarmante porcentaje refleja cómo la cultura violenta que nos rodea se infiltra en las aulas. La palabra crimen organizado la escuchamos todos los días en noticieros. Discusiones políticas en televisión y radio sin diálogos conducentes, donde nadie escucha y todos hablan.
Lo cierto es, que estos conflictos no se resuelven creativamente, sino que escalan hasta convertirse en crisis que hacen noticia. Los videojuegos violentos son los preferidos, se permiten y fomentan regalando celulares y iPads a temprana edad. Grandes y chicos adictos a las redes sociales y TV, nos acostumbramos a relaciones que no forman socioemocionalmente ni enseñan a resolver conflictos de manera colaborativa y en función del bien común.
La acción política, que hace noticia, no busca consensos para el progreso, sino que se convierte en una pugna por el poder. Quienes no salen elegidos se transforman en “oposición”, y su función se reduce a difamar y torpedear al gobierno de turno. Violencia pura. ¿Y nos quejamos de la violencia?
Rara vez se habla de bien común, de responsabilidad por los otros, de construcción colaborativa y responsable, siempre son “derechos” que se tienden a leer desde la lógica de consumo, individualismo e inmediatismo. En esta cultura que hace inoperante las normas, vive la escuela. Una cultura producto, también, de la implementación radical de un modelo de desarrollo que requiere, por su naturaleza, de individualismo, competencia y materialismo. ¿Cómo no esperar lo mismo en la escuela y sistema escolar si no se fomentan y financian cambios radicales?
Si realmente creemos que la educación hoy en día, siglo XXI, es un factor de desarrollo social, económico y político, trabajar por la paz a través de las escuelas significa hacernos parte de un movimiento social que se la juegue por una nueva estructura educacional y más recursos (para disminuir alumnos por curso, por ejemplo), en vez de seguir exigiendo mejoras a la anticuada y pobre estructura educacional que tenemos.
¿Y mientras tanto, la escuela no puede hacer nada por la paz? Sí puede: crear un microclima de buen trato, colaboración, participación y bienestar.
A pesar de las múltiples exigencias, es posible que las escuelas generen espacios de convivencia pacífica y respeto. Desde mi experiencia como cofundadora de Valoras UC, he visto cómo estrategias sencillas pueden transformar la vida escolar, aunque van contra la corriente de un sistema educativo que necesita reformas profundas y mayor inversión.
Crear microclimas de buen trato y participación en las escuelas es posible. Propuestas como dedicar media jornada a talleres artísticos y deportivos, o fomentar espacios de colaboración, pueden transformar la experiencia educativa y mejorar no solo la convivencia, sino también el rendimiento académico. Estos cambios, aunque parezcan simples, requieren un compromiso ético y valiente por parte de toda la comunidad educativa.
El desafío es urgente: formar personas con un sentido de justicia y comunidad, salvándose de la ignorancia y la desesperanza.
Por Isidora Mena, subdirectora de contenidos del programa Valoras de la Escuela de Psicología UC
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