Columna de Iván Poduje: Después de Narnia
Escribo esta columna antes de conocer el resultado del plebiscito, y aunque tengo una preferencia por la opción En Contra, quiero compartir una reflexión que me parece válida en cualquier escenario electoral. Creo que podemos coincidir que a partir del lunes 18, debiéramos ponerle fin a este tortuoso debate de leyes, derechos, sistemas e instituciones que se ha extendido mucho más allá de lo razonable, desviando el foco de los severos problemas y amenazas que enfrenta Chile y que nos podrían poner en la trayectoria de México o Ecuador, en menos de diez años.
He levantado este punto muchas veces en este mismo espacio. No podemos seguir hablando de un país imaginario si los chilenos no ven los resultados. Esa forma de hacer política desde las letras, que no es lo mismo que desde las ideas, debiera ser desterrada a partir del lunes. Los intelectuales y “sherpas” que influyen y guían a políticos y empresarios, y que fijaron la Constitución como la bala de plata para sanar el país y recuperar su institucionalidad, debieran asumir que se equivocaron rotundamente. Que su desdén por los resultados, englobados bajo la caricatura de la “gestión”, ha influido en el deterioro de todos los índices sociales o económicos del país. Dije que debieran reconocer su error, pero estoy seguro de que no lo harán. No lo necesitan, ya que sus parientes y mecenas los seguirán arropando, como a esos hijos porros o artistas libres, que nunca logran ser comprendidos por el mundo cruel. Comparten la misma actitud compasiva que han tenido los viejos tercios de la Concertación con los jóvenes del Frente Amplio que venían a cambiarlo todo, y que han terminado siendo un fiasco, con derivadas de corrupción dignas de una serie de Netflix.
Los políticos que nos llevaron a este carrusel constituyente tampoco han pagado costos. Javier Macaya, Diego Schalper o Francisco Chahuán debieron haber renunciado a las dirigencias de sus partidos luego de la paliza que recibieron en la elección de consejeros constituyentes. Pero no solo se mantuvieron, sino que aparecieron en todos los medios dando cátedra de lo que había que hacer. Desde la nube de Evópoli, Hernán Larraín Matte descalificó una y otra vez al partido Republicano que sacó un millón y medio de votos más que su coalición “Chile Seguro”, y lo sigue haciendo, y me atrevería a apostar que culpará al partido de Jose Antonio Kast si llegan a perder la elección.
Así fue como el partido Republicano pasó de vencedor a villano. Fue descalificado una y otra vez con tanta efectividad, que se convenció que tenía que sumarse al redil. Que el pasaje a los espacios de poder implicaba calmar sus pasiones fachas, para sumarse a la receta constituyente, lo que visto en retrospectiva es una completa locura. ¡Imagínese usted a políticos duchos, con años de circo, pensando que las crisis que golpean a Chile se pueden resolver por decreto, apelando a un Estado de Derecho totalmente vulnerado! La veneración por la política de las letras, impulsada primero por la izquierda y luego por la derecha, nos ha dejado como legado, dos ladrillos repletos de derechos, lugares comunes y leyes que nunca se aplicarán. Dos mamotretos que nos costaron la friolera de $100 mil millones de pesos y que son venerados por sus autores y promotores, como libros sagrados. Palabra de Dios escrita en zurdo y diestro.
Pero un segundo rechazo será demasiado contundente para que se hagan los lesos. Si ese escenario se llega a dar, el lunes estaremos obligados a ver como salimos del pozo sin apelar a la política de las letras, sin la bala de plata de la Nueva Constitución. Pienso que este golpe – el segundo en cuatro años- será una oportunidad para que todos abandonemos esa zona de confort, que permite soñar Chile sin plazos, costos o financiamiento. Escribir un nuevo país, sin que los resultados de estos sueños puedan ser percibidos por las mayorías, que más sufrieron con el estallido, la pandemia y esta tortura constituyente de cuatro años que por fin ha terminado.