Columna de Iván Poduje: El sur bajo ataque

Incendios


A estas alturas, es casi un hecho que al menos una parte de los incendios del sur ha sido intencional, según la información aportada por alcaldes, gobernadores o la Corma. En esta columna intentaré evaluar esta hipótesis analizando fotos de la Nasa que muestran la evolución del fuego entre los días 2 y 9 de febrero, además de un registro georeferenciado de 1.200 atentados terroristas ocurridos entre 2018 y 2022.

Lo primero que me llamó la atención es la dispersión de los focos iniciales de fuego. El jueves 2 de febrero se activan en doce comunas de tres regiones. En el Ñuble se informó un incendio en Quimo, una localidad cercana Chillán y otros cuatro más en Coelemu y Santa Gertrudis. En la Araucanía las fotos de la Nasa mostraban 11 focos separados a una distancia promedio de 35 kilómetros. Si esto parece sospechoso, las alertas se disparan cuando vemos las comunas afectadas. Una era Ercilla que acumula 109 atentados entre 2018 y 2022, y las otras Galvarino, Lumaco y Contulmo con 124 atentados registrados.

Pese a ello, la superficie quemada en la “zona roja” de la Araucanía representaba solo el 8% del primer incendio del 2 de febrero, ya que el mayor daño se produce en Ñuble. Esto cambiaría radicalmente los días posteriores. El 3 de febrero la superficie quemada sube de 11 mil a 95 mil hectáreas y la fracción que representan las localidades de la zona roja aumenta casi cuatro veces. Las fotos satelitales muestran un claro patrón que vincula incendios con rutas y caminos forestales. “Corredores de fuego” como el camino entre Traiguén Galvarino, Nueva Imperial, Capitán Pasten o el que conecta Purén con Angol.

Desde Angol se abre el corredor de fuego más destructivo de esta tragedia. Una enorme masa de fuego que va bordeando la Ruta de la Madera entre Renaico y Nacimiento, hasta alcanzar una superficie de 75 mil hectáreas, equivalente al tamaño del Gran Santiago. Al tercer día los accesos al Gran Concepción se ven severamente comprometidos y la Autopista del Itata es alcanzada por dos incendios que destruyen el peaje Agua Amarilla y la Celulosa Nueva Aldea. Desde este punto parte otro corredor de fuego que avanza por la Ruta 158 y los Conquistadores, atravesando plantaciones forestales que prenden como pasto seco.

El 7 de febrero se quemarían 195 mil hectáreas y un 38% estaba en la Macrozona Sur. El corredor de fuego del Camino a La Madera se extiende por 70 kilómetros y llega a Santa Juana, arrasando con su zona rural y terminando con la vida de cinco personas. El corredor que había quemado el peaje Agua Amarilla, se expande con el viento y las plantaciones, y comienza a rodear las localidades de Tomé y Dichato, con una envergadura de 35 mil hectáreas. Mientras esa pesadilla ocurría en Biobío, en la Araucanía los focos se expanden sin control entre Victoria y Collipulli, rodeando la Ruta 5 y entre Chol Chol, capitán Pastene y Contulmo, golpeando a Purén y decenas de villorrios localizados en medio de plantaciones y bosques. El 9 de febrero las fotos de la Nasa muestra nuevos focos aislados rodeando Temuco en Nueva Imperial Cólico, Vilcún y Lautaro. Ese día, se quemarían 334 mil hectáreas, afectado a 52 comunas.

El hecho que este incendio sea provocado por organizaciones terroristas no debiera sorprendernos, ya que estos grupos han ejecutado 192 ataques en las comunas afectadas por este siniestro en los últimos 5 años y en 2021 y 2022 se iniciaron incendios y las aeronaves que los apagaban fueron repelidas a balazos. Lo que alarma en este caso, es la velocidad de propagación del fuego y el riesgo sobre ciudades, una gran cantidad de asentamientos dispersos en medio de plantaciones. Ese riesgo debe mitigarse con inversiones y regulaciones urbanas, pero ello no servirá de nada si la hipótesis planteada en esta columna es efectiva. Si estamos ante un ataque de gran escala que compromete la seguridad del Estado y de millones de personas, las autoridades deben tener una reacción firme y rápida, que permita erradicar de una vez por todas el terrorismo del sur.

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