Columna de Iván Poduje: Seguridad, primera prioridad

Ajustes de cuentas en pandemia


Por Iván Poduje, arquitecto.

En una escena de la película Traffic, de Steven Soderbergh, el nuevo zar antidrogas de Estados Unidos, interpretado por Michael Douglas, intenta sacar lecciones de su predecesor, un viejo general removido por sus malos resultados. En el traspaso de mando, el militar le cuenta que cuando asumió recibió dos cartas de la persona que dejaba el cargo y que sólo podía leer en una crisis. Cuando ello ocurrió, abrió la primera carta y decía: “Échame toda la culpa a mí”, lo que hizo y funcionó perfectamente. Pero al poco tiempo, el general se topó con un problema mayor, así que corrió para abrir la segunda carta esperando encontrar una salida. Pero decía. “Siéntate en tu escritorio y escribe dos cartas”.

Se supone que la cita es de Nikita Kruschev y creo que resume la poca efectividad que tiene culpar al gobierno anterior. Puede funcionar al inicio, o para dejar contentos a militantes e incondicionales, pero la ciudadanía exige resultados a quienes tienen el poder para cambiar las cosas. Desde el 11 de marzo esta tarea recaerá en Gabriel Boric, que será presidente en un país golpeado por varias crisis cuyos impactos fueron anestesiados por los retiros de pensiones. Este analgésico se está terminando y los dolores han comenzado a aflorar por todos lados. En la ciudad, el más importante es la inseguridad, que se tomó la agenda por una ola de asesinatos y robos violentos.

En 2009, Ciper mostró que existían 80 sectores de Santiago tomados por bandas criminales en su premiado reportaje de las Zonas Ocupadas. En 2010, en Atisba ampliamos este registro a todo el país y concluimos que 1,7 millones de chilenos vivían en barrios con altos niveles de segregación y violencia asociados al narcotráfico. La ola violenta de la última semana muestra que los balazos se movieron de los barrios segregados hacia lugares centrales, lo que refleja un mayor poder de las organizaciones criminales.

En ello también influyó la validación de la violencia durante el estallido y las críticas realizadas a la institución de Carabineros, por los delitos cometidos por algunos funcionarios. Los policías perdieron legitimidad en la calle y la relación con los vecinos, que ya era tensa, se agudizó severamente. Se hizo costumbre insultar a carabineros o que fueran recibidos con piedras o balazos si acudían a un llamado del 133, mientras que las bandas posaban como héroes sociales, financiando bautizos o “protestas del hambre”. Como respuesta, las policías se atrincheraron en sus cuarteles y este repliegue fue aprovechado por “los malos” para ampliar su territorio.

La experiencia internacional muestra dos estrategias para reducir este flagelo. La primera es mejorar la efectividad policial, pero recomponiendo los lazos con la comunidad. En París, los cuarteles ubicados en los banlieue de mayor complejidad son liderados por comisarios entrenados para operar con empatía y cabeza fría. En paralelo, el gobierno nacional entrega apoyo político a las policías cuando deben reprimir a quienes comprometen el bienestar de la nación, como lo hizo el Presidente Macron ante las violentas protestas de los antivacunas.

La segunda estrategia es recuperar la presencia del Estado, renovando entornos con un foco especial en los servicios y los grupos sociales más afectados por la inseguridad. Una prioridad son las mujeres, víctimas de violencia intrafamiliar y que requieren apoyo para dejar a sus niños y trabajar, lo que se resuelve construyendo comisarías más pequeñas, pero cercanas, y una potente red de jardines infantiles y salas cuna. El deporte y la cultura también son claves, ya que abren horizontes de esperanza en niños, niñas y adolescentes, y en esta materia tenemos ejemplos dignos de imitar, como la increíble piscina temperada de Pudahuel, el Teatro Municipal de La Pintana o los festivales organizados en Maipú frente al Templo Votivo.

Como vemos, la seguridad no se limita sólo a la acción policial, sino que implica reforzar sus lazos con las comunidades y romper los muros de la segregación. Esta tarea no es excluyente de las “reformas estructurales” que monopolizan la agenda, pero requiere un tratamiento especial. La acción es más importante que el relato, y se necesita más territorio que escritorio. Por eso, el nuevo gobierno debe desplegarse en los barrios desde el primer día, para escuchar los dolores de los vecinos y definir junto a ellos, sus alcaldes y comisarios, las medidas que les devolverán los espacios públicos y la posibilidad de dormir tranquilos.

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