Columna de Iván Suazo: Becas Chile: evolución y propósito
El reciente debate sobre el futuro del programa Becas Chile nos lleva a reflexionar acerca de su evolución y propósito. Nacido en un contexto donde la oferta de doctorados en nuestro país era limitada, Becas Chile fue crucial para internacionalizar la ciencia nacional. Hoy, 15 después, el gobierno propone priorizar los doctorados nacionales y reducir las becas para estudios en el extranjero.
Si bien en primera instancia esta medida parece razonable, existe el riesgo de subestimar las dinámicas que determinan el éxito científico global. Estudios han demostrado que hay una correlación entre el prestigio de las instituciones donde se cursan los doctorados y el impacto futuro de los investigadores. La llamada “curva del Gran Gatsby académica” señala que los estudiantes formados en centros de prestigio tienen más probabilidades de producir investigaciones influyentes, gracias al acceso a redes globales y a mentores de excelencia. Limitar estas oportunidades a programas locales, por muy sólidos que hoy sean, puede traducirse en una pérdida de competitividad internacional para la ciencia chilena.
La ciencia no prospera en entornos cerrados; la colaboración y el intercambio son fundamentales para la innovación. Aunque Chile ha avanzado en su oferta de doctorados, la internacionalización sigue siendo clave para mejorar la calidad de su producción científica. Reducir las becas en el extranjero podría aislar a los futuros científicos de redes globales, limitando su capacidad para generar soluciones innovadoras a los problemas nacionales.
Fortalecer los doctorados nacionales puede ayudar a madurar nuestras instituciones y atender desafíos locales, pero experiencias internacionales muestran que una concentración excesiva en lo local fomenta la endogamia, disminuyendo el potencial innovador que surge del contacto con otras realidades. La diversidad de enfoques y la apertura a diferentes perspectivas son esenciales para el progreso científico.
Pero el desafío no es sólo redefinir el rol de Becas Chile, sino también cómo potenciar su impacto. Esto implica que los científicos formados en el extranjero no solo regresen, sino que encuentren condiciones para contribuir al país. Un problema persistente del programa ha sido la falta de mecanismos para la inserción laboral de los doctores al volver. A pesar de formarse en universidades de prestigio, muchos enfrentan dificultades para integrarse al sistema académico o a la industria chilena, generando una desconexión entre su formación y su potencial contribución al desarrollo del país.
En este contexto, la pregunta no es “¿cuál es el rol de Becas Chile hoy?”, sino “¿cómo garantizamos que la inversión en formación doctoral, tanto nacional como internacional, se traduzca en desarrollo para Chile?”. Esto requiere políticas que no solo apoyen la formación en el extranjero, sino que aseguren la efectiva inserción de los científicos al retornar, sea en la academia, en la industria o en el sector público. A su vez, debemos fortalecer las redes internacionales, para que los científicos chilenos mantengan vínculos con sus pares extranjeros y traigan al país nuevas ideas y tecnologías.
El debate sobre Becas Chile no debería centrarse exclusivamente en el número de becas que se otorgan. Lo que está en juego es cómo podemos diseñar un sistema robusto de formación doctoral que combine lo mejor de ambos mundos: la experiencia internacional y el fortalecimiento de nuestras instituciones. El conocimiento es un bien público global, y Chile no puede aislarse. La ciencia que transforma sociedades es aquella que permanece conectada con las redes globales y nuestro futuro, social y económico, depende de mantenernos en esa senda.
Por Iván Suazo, vicerrector de Investigación y Doctorados, Universidad Autónoma de Chile
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