Columna de Iván Suazo: ¿Por qué las Universidades no logran impulsar el desarrollo?

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En un artículo de The Economist (Universities are failing to boost economic growth), se destacaba un problema global: las universidades producen un conocimiento que rara vez encuentra aplicación directa en la esfera de la productividad empresarial. Este es un asunto de especial relevancia en Chile, donde apenas un 1,9% de las investigaciones se realizan en colaboración con la industria, una cifra modesta si la comparamos con Alemania o Israel, donde la cifra asciende al 6,8 y 4,3%, respectivamente.

Esto no es solo un dato para el análisis académico, sino un verdadero síntoma de una problemática mayor: el desaprovechamiento del potencial científico para fomentar un crecimiento económico robusto. En Chile, a pesar de un panorama que se muestra prolífico en términos de publicaciones científicas —situándonos como líderes en Latinoamérica—, la capacidad para generar patentes y, con ello, innovaciones aplicables, es limitada. De hecho, según datos de Inapi en 2022, se presentaron solo 332 solicitudes de patentes, y de ellas, un porcentaje menor (45%) provenía de las universidades.

Este panorama no solo evidencia una crisis de aplicabilidad del conocimiento generado, sino que también plantea interrogantes sobre el modelo de interacción entre universidades e industrias. ¿Cómo es posible que un país con un alto índice de producción científica tenga tan escasa integración con el sector productivo? Este es el núcleo del problema que debemos desentrañar.

La falta de un verdadero diálogo entre la academia y la industria es más que un mero desencuentro; es una barrera que impide que el conocimiento fluya hacia sectores donde podría ser capitalizado eficientemente. Este es un desafío que no solo requiere un cambio en la orientación de las políticas públicas, sino también una transformación en la cultura misma de nuestras instituciones educativas.

El diseño de políticas que promuevan una mayor colaboración entre universidades y empresas es urgente. Necesitamos estructuras que faciliten esta interacción, desde incentivos para la investigación aplicada hasta plataformas que permitan un intercambio fluido de ideas y proyectos. La pregunta no es si podemos permitirnos este cambio, sino más bien si podemos permitirnos no hacerlo.

En un mundo donde el conocimiento es, cada vez más, la principal divisa de la economía global, Chile enfrenta el desafío no solo de producirlo, sino de hacerlo relevante y aplicable. Este es un imperativo que no podemos ignorar, pues en la sinergia entre la academia y la industria puede estar la clave para reactivar nuestro crecimiento económico y, con él, nuestra proyección a futuro.

Por Iván Suazo Galdames, vicerrector de Investigación y Doctorados U. Autónoma, director Cátedra Unesco “Educación Científica para la Ciudadanía”

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