Columna de Jacqueline Sepúlveda: El interferón que interfiere en la U. de Concepción

AFP


En el año 2020, el virus SARS-CoV-2 llegó inesperadamente a nuestras vidas, extendiéndose por todo el planeta, colapsando los sistemas sanitarios, cobrando millones de vidas y ocasionando un impacto económico y social difícil de revertir. La pandemia movilizó a científicos de todo el mundo en la búsqueda de herramientas y estrategias farmacológicas para el diagnóstico, prevención y tratamiento del COVID-19. La Universidad de Concepción, no estuvo exenta de este esfuerzo e interés global; académicas y académicos colaboraron arduamente en el diseño y testeo de nuevas formas de diagnóstico, de ventiladores mecánicos, en la implementación de laboratorios de diagnóstico, de monitoreo de aguas servidas para detección temprana, de un hospital modular y de una plataforma de telemedicina y otra para trazabilidad y análisis de datos.

En este contexto, en la academia reinaba una preocupación real y un espíritu de colaboración por frenar los estragos de la pandemia. Sin embargo, en las esferas de poder también rondaba el oportunismo, el populismo y la necesidad de figurar como grandes gestores; el suelo estaba fértil para fortalecer “alianzas académicas” cuyo único objetivo era el obtener provecho político de la crisis sanitaria. Así, el Rector de la Universidad de Concepción y el alcalde de Recoleta y presidente de la Asociación Chilena de Farmacias Populares (Achifarp), firman un convenio para la producción de Interferón. El resultado principal de este convenio fue una notificación del Instituto de Salud Pública (ISP), de la sentencia de primera instancia por fabricar un producto farmacéutico falsificado y sanciona a la Universidad de Concepción, con una multa significativa, por liberar y distribuir este fármaco.

Los desarrollos científicos y tecnológicos van siempre acompañados de riesgos para quienes invierten en ellos y para quienes ejecutan los procesos, pero siempre deben ir acompañados de la rigurosidad científica y la búsqueda del bien común. Es muy lamentable que el oportunismo de algunos, haya aprovechado el tiempo, las capacidades e intereses científicos de académicos y la infraestructura de una institución académica, para alcanzar fines políticos, sin velar por el prestigio institucional construido en un siglo de productiva existencia.

La Universidad de Concepción, ha gozado siempre de gran prestigio, por la calidad de sus académicos y académicas, por su rigurosidad científica y ética, por su aporte al desarrollo científico y tecnológico y por la formación de profesionales de excelencia. Las malas decisiones de su principal autoridad, han ocasionado un daño enorme a la imagen de la Universidad de Concepción y al prestigio acumulado; fruto del trabajo, dedicación y esfuerzo de toda una comunidad académica.

Por Jacqueline Sepúlveda Carreño, profesora Titular, Departamento de Farmacología, Universidad de Concepción.

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