Columna de Jaime Abedrapo: La moderación
Cada vez está siendo más complejo vaticinar la conducta electoral, mientras que el sistema de partidos políticos, pese a su excesiva oferta, no consigue dar estabilidad al sistema, principalmente porque la falencia de la representación política sigue enquistada en la sociedad.
Un Chile bipolar se expresó mayoritariamente por representantes antisistémicos (la Lista del Pueblo) en la elección del primer proceso constitucional, para luego -como en un péndulo- se pronunció, en el segundo proceso constituyente, a favor de los republicanos.
En efecto, las radiografías electorales nos evidencian un estado mental ansioso y volátil que posiblemente responda a diferentes causas. Entre ellas, el déficit del sistema político, el cual se muestra atomizado, falto de propuestas y desacoplado del interés ciudadano.
En ese sentido, la lógica posmoderna que se instala es que cada proceso electoral tendría características únicas y la ciudadanía se expresaría por lo que conciba como el “mal menor”. En el reciente acto electoral se advierte una inclinación hacia la moderación, ya que se habría manifestado por liderazgos con actitud dialogante. ¿Será ello un predictor del comportamiento electoral en vista a las presidenciales?; ¿será que habrá un nuevo voto de confianza a las fuerzas políticas ubicadas en las coaliciones de centro? Todo nos indica que es prematura una respuesta.
Para quienes creemos que la política/actitud del encuentro es la expresión de una sociedad que comprende que el bien común se construye sobre la base de diálogo y los acuerdos, la moderación es una actitud deseable, pero debe ser acompañada de contenidos programáticos que iluminen los caminos para responder a las reivindicaciones justas, lo cual permitiría fortalecer el tejido social y la concepción de que la sociedad tiene un sentido colectivo, y por tanto trasciende a la suma de intereses individuales.
En el extravío de la política actual, hemos sido testigos de cómo se han ido difuminando los elementos constitutivos del bien común, recordando que este requiere de condiciones sociales de paz, justicia y libertad, ideales que se alcanzan mediante una voluntad coherente, es decir, con la convicción de que la violencia no es un camino para la paz social. Esto es elemental, pero Chile demostró su extravío en el estallido social y en la dinámica de una sociedad crispada.
Cabe añadir que Chile perdió su ímpetu en presentar propuestas para mejorar los medios materiales y espirituales de la nación, entre estos últimos los éticos. Sin ellos perderemos la oportunidad de crear confianzas y reimpulsar una actitud de reencuentro que renueve el sentido de la política. ¡No debemos desaprovechar que la ciudadanía nuevamente ha mostrado su preferencia por la moderación!
Por Jaime Abedrapo, director del Centro de Derecho y Sociedad, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales USS