Columna de Jaime Abedrapo: Necesidad de impulsar reformas al sistema político-electoral
La crisis institucional de la República no se ha superado. La evidencia no es solo el estallido social de 2019 o las conductas de órganos del Estado que tienden a desconocer a través de sus actos la propia Constitución vigente. Además, podemos constatar que las instituciones no responden a los desafíos de gobernabilidad de las democracias actuales en materias tales como la seguridad pública, el crimen organizado, los sistemas de pensiones, salud y educación, el cambio climático, entre muchos otros.
Los procesos políticos interactúan en un entorno histórico y cultural. Al respecto, nuestro sistema político resulta anacrónico e ineficaz a la consecución de una conducción política del país que otorgue estabilidad con sustento en una cierta credibilidad de las instituciones.
En efecto, la reforma a la ley electoral de 2015 (Ley 20.840) fue inspirada en la demanda por ampliar la representatividad del Congreso Nacional, cuestión que terminó atomizando la representación política. Las mayorías partidarias en favor de brindar más espacio a sujetos políticos y sociales decidieron facilitar la inclusión de quienes se sentían marginados del sistema.
Los resultados han sido una mayor fragmentación del sistema de partidos con representación en el Poder Legislativo y en las propias coaliciones de gobierno, lo que ha significado un mayor déficit de gobernabilidad.
Por cierto, las dificultades que genera la polarización y el populismo no se resuelven únicamente con una institucionalidad que genere un cambio en el sistema político-electoral que retorne al país a un sistema mayoritario, que establezca medidas antidíscolos, que eleve los umbrales de existencia a los partidos políticos (al menos 5%) y que reduzca el número de elegidos por distritos, entre otras medidas, pero sin duda permitiría retornar algo de la racionalidad perdida, lo que tendería hacia una mayor estabilidad política.
En consecuencia, las reglas de conducta y toma de decisiones son necesarias para mantener la cohesión del país. La suma de individualidades nos aleja de ese propósito y nos va imposibilitando la credibilidad de los programas de gobierno y la capacidad de alcanzar acuerdos nacionales urgentes en nuestra actual agenda país tales como: educación, salud, pensiones, seguridad, entre muchos otros.
La razón de ser de las democracias es acercar la política a las necesidades de la ciudadanía y con ello evitar la fragmentación del sistema de partidos que redunde en una ampliación de intereses individuales que tienden a extraviar la concepción de bien común, por ello, aunque parezca impopular entre las encuestas se debiera impulsar y acordar un cambio en el sistema político-electoral.
Por Jaime Abedrapo, director del Centro de Derecho Público y Sociedad USS
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.