Columna de Jaime Bellolio: 3:36. ¿Fondo o desfonde?
Marshall McLuhan postuló en su teoría de la percepción que el medio es el mensaje y la forma es el fondo. ¿Cómo evaluar la cuenta pública desde esta mirada?
Lo primero es el espectáculo televisivo y el intento -algo abusivo en su extensión- por llegar a la mayor audiencia posible. Al igual que el año pasado, el gobierno luego hizo un “resumen” obligatorio y adicional para los canales de TV abierta a través de una cadena nacional. Sin sutilezas, el objetivo es que a la hora de los noticiarios estuviera en pantalla la versión oficial.
En las largas horas, el Presidente leyó -estratégicamente diseñado- desde el papel y del teleprompter, así como improvisó y nombró a personas que estaban presentes o desde sus hogares. Con ello, logró salidas de libreto que permiten acercarlo al público general, involucrar a quienes estaban sentados, y asemejar una conversación. De aquí se sigue que el tono ocupado para llamar a la cooperación y colaboración haya sido uno de los puntos altos. Hasta aquí, medio y mensaje iban correctamente conectados, particularmente en la forma.
Pero, después de 3 horas y media, la forma diluye totalmente el fondo. Si no es posible marcar los principales puntos políticos en un discurso breve, es probable que no haya claridad de ellos.
A ratos, parecía más una charla para sus adeptos que una rendición de cuentas. Tanto es así, que un diputado muy leal al Presidente, manifestó que tenía “esa virtud de poder marcar una orientación moral, un liderazgo espiritual”. Si un discurso de cuenta pública es percibido como un texto de autoayuda, es evidente que la forma se habrá distanciado del fondo.
Finalmente está la forma en la cual se ven a sí mismos en la construcción del país que recibieron. El diagnóstico mencionado es que reciben un país donde la inflación reaparecía con toda su crueldad y que hubo masivas inyecciones de liquidez; la alta inseguridad provocada por la violencia en el sur; la existencia de manifestaciones violentas recurrentes; la pérdida de respaldo ciudadano a las policías y otros problemas más. Sin embargo, no hubo siquiera un atisbo de mención a la responsabilidad principal que tuvieron especialmente algunos de los líderes de las coaliciones gobernantes -en sus acciones y omisiones- para aumentar o provocar varios de los problemas mencionados. Aquí es probable que el silencio del mensaje sea parte del fondo de éste.
Queda por entender si algunas cosas fueron coincidencia o algo buscado, como el romper el récord de tiempo, la autopercepción de ser absolutamente ajenos a los problemas del pasado, cómo se pueden cumplir promesas que exceden más de tres veces lo que se deseaba recaudar en la reforma tributaria, y cómo materializarán el dejar de confrontar en las materias más relevantes.
Salvo que no haya respuestas, lo cual significaría el inicio del desfonde del programa gubernamental, y no habrá orientación moral superior ni liderazgo espiritual que repare el hecho de que el gran perdedor sería Chile.
Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB