Columna de Jaime Bellolio: Bienvenidos a la jungla

Enfrentamientos entre encapuchados y personal de Carabineros tras "Mochilazo" convocado por secundarios en el centro de Santiago el jueves.


Más de 60 mil personas pudimos disfrutar nuevamente a Guns N’ Roses esta semana, justo cuando se cumplen 35 años del lanzamiento de su himno Welcome to the Jungle, del disco Appetite for destruction.  Este hace referencia a la ciudad de Los Ángeles, a la dificultad de adaptación para quien venía de una ciudad pequeña, así como una crítica a los amplios espacios de violencia, marginalidad y supervivencia citadina.

Lamentablemente, varios lugares de nuestras ciudades se acercan a la idea de Axl Rose y, peor aún, a la frase de la canción “¿sabes dónde estás? Estás en la jungla, y vas a morir”.

La pauperización de nuestras ciudades y sus centros, de barrios dominados por el narco, el desorden y la suciedad, comienza a ser común. Si bien esto tiene larga data y se han caracterizado por ser barrios críticos, segregados, sin servicios y equipamiento públicos, de una gigantesca desigualdad de estándares de inversión, en vez de reducirse, han llegado a los espacios de convivencia de millones de personas.

Es lo que ocurre en el caso del centro de Santiago o Valparaíso, de asentamientos en Antofagasta, Alto Hospicio o los cerros de Viña. Ello no solo aumenta la inseguridad, sino que es una invitación al crimen y abandono del espacio público. Nadie espera que el gobierno las transforme en seis meses en Paradise City, pero luego de haber sido tan ambiguos con la violencia y el combate al crimen, a las personas ya se les agotó la paciencia.

Hasta hace poco, amplios sectores de la izquierda radical celebraban el “octubrismo”, es decir, la justificación de la violencia, quema, saqueo y destrucción como forma legítima de expresar el malestar. Sin embargo, hoy cuando algunos están en una posición de autoridad, celebran tener fondos para repintar las fachadas repletas de insultos. Expresión cultural, decían antes. Hoy se dan cuenta que ello expulsaba a los ciudadanos.

Lo que sucede en Santiago es paradigmático. Hoy, una administración amiga del “octubrismo” -que no es la protesta democrática- se ve totalmente superada e incapaz de atender la urgencia de orden y seguridad pública. Ni siquiera se le ve enfrentar a esos supuestos estudiantes que destruyen como forma de comunicarse, que incendian buses, impiden el derecho a la educación, al libre tránsito y a vivir en un espacio seguro, o que secuestran parques y plazas, arrebatándoselos a las familias que allí viven y a los millones que por allí transitan.

El epítome de esta realidad son esos jóvenes vandalizando un cuartel e hiriendo militares o carabineros, amenazando a sus compañeros y docentes. Tanto, que hasta el gobierno debió ahuyentar sus fantasmas y decidir que los perseguirán penalmente.

Y es que cuando perdemos el espacio público y la legitimidad de las policías y autoridades para hacer prevalecer el orden, los únicos que triunfan son los más fuertes. No los más capaces, talentosos o meritocráticos, sino la fuerza bruta. Y esa es la verdadera jungla, a merced del “octubrismo” y su apetito por la destrucción.

Por Jaime Bellolio, ingeniero Comercial