Columna de Jaime Bellolio: Dueños de la verdad
Por Jaime Bellolio, ingeniero comercial
Es curiosa la relación que tiene el gobierno con la libertad de expresión. Hace poco calificaba de “solo una idea” la amenaza real de insurrección armada de grupos que se atribuyen sabotajes, incendios y asesinan personas. Hoy, califica de fake news a cualquier interpretación legítimamente diferente del pésimo texto constitucional que se propone.
Noam Chomsky -filósofo y lingüista de izquierda- sostuvo que “si no creemos en la libertad de expresión de quien detestamos, simplemente no creemos en ella en absoluto”. Evaluemos bajo ese parámetro las palabras y acciones de estos días del gobierno y sus convencionales.
La ex presidenta de la Convención, Elisa Loncón, sostuvo que las personas que votan Rechazo es porque “les dicen”, culpando luego a los medios de comunicación y las redes sociales.
Los partidarios de gobierno, fieles a la misma disciplina, suelen insultar, funar y cancelar a quien quiera que ose interpretar diferente alguna norma de “la mejor constitución del mundo, porque la hicimos a nuestra pinta” -como la calificara otro convencional- al mismo tiempo que exigen bajo el hashtag #nuevaleydemedios, que estos solo puedan mostrar o transmitir la versión que a ellos les parece que es la única forma de ver la realidad.
Luego, difunden como verdades absolutas cuestiones profundamente cuestionables, como que se garantizaría la propiedad de los fondos de pensiones y propiedad privada, la compensación patrimonial de la expropiación, la posibilidad de elegir en salud y educación, la limitación de la justicia indígena paralela, etc. En ellas, vale la pena no solo leer lo que quedó escrito, sino también la cantidad de veces que se rechazaron indicaciones que garantizaban realmente lo anterior.
También, difunden otras derechamente contrarias al texto, como que no se ha eliminado el estado de emergencia -“así te chispeo los dedos, guacho. (…) Cuando hablamos de calamidad pública metemos el Estado de Emergencia” (sic), decía la convencional Gallardo- o que los condenados por pena aflictiva no podrían votar o ser candidatos, como sostuvo el propio Presidente. Ambas cosas fueron mostradas como falsas o equivocadas.
Como sabemos, la libertad de expresión es la manifestación de uno de los más profundos derechos humanos, la libre conciencia. Ésta va junto a la libertad de prensa, sin amenazas, cancelaciones, censura previa o pretensiones de control editorial. Pero, por supuesto, la libertad de expresión tiene límites, como la veracidad, la dignidad de otras personas, la seguridad pública y más. Mentir no es lo mismo que interpretar de una manera diferente un texto o hacer una crítica política, y en ello no hay monopolio de un sector.
Pero cuando se sostiene que si no piensas o votas como ellos, es porque te dijeron, eres vendido, traidor, limitado, “facho pobre”, fake y otros, es porque evidentemente no se cree en la libertad de expresión en absoluto.
Y entonces, no se cree en la esencia del ser humano: su libertad.