Columna de Jaime Bellolio: Fueron por todo, quedaron con nada
En tan solo 15 días elegiremos a los 50 consejeros constitucionales, para así comenzar la segunda fase de este nuevo proceso constituyente. Ha sido una campaña de baja intensidad y alto desinterés de la ciudadanía, con una franja televisiva que va entre los 20 y 35 puntos de rating, que estaría llegando “al grupo que tradicionalmente ve televisión, sin alcanzar a grupos nuevos” según el CNTV, y con nulo esfuerzo del gobierno en llamar a participar.
Dentro de las causas están el cansancio ciudadano derivado de la larga y pésima experiencia del proceso anterior, el fin de la fiebre octubrista, la polarización del debate, una mayoría de candidatos desconocidos, pactos electorales que se confunden, y propuestas más cercanas a una agenda de gobierno que a una Constitución.
Pero quizá la principal causa tiene que ver con la permanente incertidumbre en que vivimos y el efecto de “repliegue y presentismo” que trae como consecuencia.
El repliegue implica que las personas se vuelcan a espacios que les son más seguros y controlables, como el propio hogar, su familia y su pasado, incluyendo sus tradiciones e idea de país. El presentismo se refiere a vivir en el aquí y ahora, con un futuro que se expresa en un muy corto plazo, donde solo cabe lo urgente, que invade todas las esferas de la vida cotidiana.
En este escenario de “sobrevivencia” hay un mínimo espacio para las preocupaciones de largo plazo, a la vez que se hacen populares las medidas efectistas de la inmediatez. La crisis de seguridad solo intensifica esta incertidumbre, donde afloran los malestares y miedos.
Este es un escenario ideal para la simplificación y polarización, ya que si hay poco tiempo y atención para lo político, más vale que la comunicación sea a punta de memes y posteos en redes sociales. Hemos visto mucho de esto desde los extremos políticos en estos últimos días, y probablemente aumentará en los días venideros.
Una de las cosas que hizo fracasar el proceso anterior fue la hipermoralización de la izquierda radical, con su discurso cancelador, de un permanente ellos versus nosotros, de la pretensión de verdad absoluta y monopolio de representación de los deseos populares. Fueron por todo y quedaron con nada, y extendieron la incertidumbre.
Pero si en el pasado el maximalismo de izquierda era equivocado, uno similar desde la derecha también lo es. La lógica de tratar a quienes no están con ellos de traidores, antipatriotas, cobardes y más, termina siempre mal, contribuye a la imposibilidad de tener discusiones y políticas que levanten la mirada, de acordar democráticamente y de sintonizar no solo un día con las personas, sino que años. Aquellos que pretenden que no se haga nada, arriesgan que se genere un nuevo momento en el que se puede perder todo.
Cerrar adecuadamente el ciclo constitucional en 2023 es una necesidad para las certezas y la convivencia, salvo para quienes quieran contribuir en pavimentar un camino al populismo.
Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB