Columna de Jaime Bellolio: Fundaciones de papel, empresarios de cartón

La-Moneda


La democracia, ese delicado mecanismo de gobernabilidad y representación, se encuentra en una permanente tensión entre la necesidad de responder urgentemente a las contingencias y mantener la estabilidad institucional que construye un Estado de derecho. Si no hace lo primero, la ciudadanía pierde valoración sobre la democracia por su ineficacia, y si incumple lo segundo, ataca a la sociedad en su conjunto, haciendo crecer la peligrosa idea de que los problemas comunes -como la seguridad- se deben solucionar por cuenta propia.

Putnam sostenía que el capital social, entendido como las conexiones entre las personas y las normas de reciprocidad y confianza que surgen de ellas, eran un factor determinante para una mayor eficacia gubernamental y mejores instituciones. La lógica es que si tenemos una sociedad civil fuerte y activa, ella contribuye al mejor ejercicio público, por la exigencia de transparencia, control a la corrupción, fiscalización sobre autoridades, rendición de cuentas, etc. Pero, sobre todo, porque se generan lazos de confianza, que derriban muros de prejuicio, fomentan la tolerancia y respeto hacia el otro, y traen como consecuencia un menor espacio a las políticas del odio, funa y polarización.

Es evidente que en nuestro país la confianza está dañada. Es fácilmente visible en su vertiente ciudadanía versus política, pero también lo está entre las personas mismas. Ya no nos llama la atención la permanente baja evaluación de las principales instituciones republicanas, así como que Chile sea de los países en que menos se confía de los otros, llegando incluso a solo un 7,9% (Elsoc, 2022).

En los últimos días hemos visto graves hechos de corrupción, entre quienes se disfrazan de fundaciones y quienes se visten de empresarios, corrompiendo al Estado para sus fines particulares. Esto daña severamente nuestra democracia y la fe pública. Solo alimentan la desconfianza, la distancia con las instituciones y hacen crecer la sensación de desamparo, de “grieta” ante la élite. Si las reglas no son para todos, entonces no son para ninguno. Y de este propio socavón, solo emergen los monstruos, parafraseando a Gramsci.

¿Cómo reconstruimos? Creo que hay tres factores clave: un futuro compartido, construcción de confianzas desde lo local y el cuidado del lenguaje en la discusión pública.

Para salir del secuestro del presente, tenemos que visualizarnos en un futuro indeterminado donde podemos convivir. Frente a la inmediatez, las familias chilenas se proyectan cuando piensan en lo que heredarán a sus hijos o nietos. ¿Qué país les entregaremos?

Las confianzas quebradas se demoran el doble en rehacerse, de allí que es más probable que surja desde los barrios y comunas antes que desde un “relato” nacional. Y, por último, que en la discusión realmente haya diálogo -ese que valida al otro-, donde las diferencias son expresadas con convicción, pero no con demolición.

No tengo una solución, solo sé que disfrazarnos de lo que no somos, es la verdadera traición.

Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP, Universidad Andrés Bello