Columna de Jaime Bellolio: Matapacos, matatodo
En el libro de ensayos “Sobre la fotografía”, Susan Sontag reflexiona sobre lo que nos pasa cuando estamos tan expuestos a imágenes de violencia - en este caso de la guerra- lo que contribuiría a la normalización y banalización de ésta. La exposición constante a imágenes violentas nos volvería más insensibles a la brutalidad real, perdiendo la capacidad de empatizar con las víctimas. Al mismo tiempo, la ubicuidad de las fotografías nos crearía una falsa sensación de realidad, que rebaja nuestra indignación y capacidad de tomar acciones contra la violencia. Por último, las fotografías de violencia suelen darle un toque estético y glamoroso a la agresión, lo cual puede convertirse en algo atractivo e incluso heroico.
Esta reflexión de hace 50 años sigue plenamente vigente, agravada por el “live” de millones de celulares que multiplican los testigos en tiempo real de las situaciones más crudas y horrorosas de violencia y muerte.
Por esto mismo es que vale la pena revisar ese periodo afiebrado del 2019, donde la justificación de la violencia como acción legítima de la política se pretendió normalizar y mostrar como una forma de redención ante los malestares, desigualdades y abusos.
El denominado “el que baila pasa” tenía que ser encontrado divertido, la destrucción de los viernes en Baquedano algo cotidiano, el incendio y los rayados como algo cultural, y erigir en heroico al “perro matapacos” algo liberador.
Pero el “matapacos” representa más que un quiltro con pañuelo. Es un símbolo de desconfianza hacia la imposición de orden de parte del Estado democrático. Se deslegitimaba el uso de la fuerza de parte de la policía para al mismo tiempo apañar la violencia privada de desconocidos sin nombre, rostro o ley. Eso condicionó y debilitó el actuar de Carabineros, pues toda acción de fuerza era tratada como si de criminales de guerra se tratara. Y de igual forma, envalentonó a quienes combatían a la policía: radicales, delincuentes, terroristas y narcotraficantes. Las consecuencias de eso las vemos hasta hoy.
El Presidente Boric ha dicho que la imagen del “matapacos” era ofensiva y denigrante. Habría sido de inmenso valor que el entonces diputado Boric lo hubiese manifestado con fuerza al interior de su coalición política, porque al parecer, al día de hoy, son varios los que se sienten incómodos con esta franqueza presidencial.
La crisis de inseguridad que hoy vivimos trae consigo un agravamiento de la desconfianza, cuyas consecuencias son la falta de cooperación y un futuro compartido. Es por ello que hoy la oposición tiene la oportunidad, pero sobre todo la responsabilidad, de sacar un conjunto de legislaciones que fortalezcan lo institucional y den certezas de protección a nuestras policías, teniendo el cuidado de no dejarse llevar por la fiebre de este otro momento.
Porque mientras tanto, seguimos expuestos a las imágenes de la violencia mortífera, que amenaza con matarlo todo, inclusive nuestra capacidad del dolor frente al mal. Por lo mismo, es una excelente oportunidad para ser la oposición que quienes hoy gobiernan nunca pudieron ser.
Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB
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