Columna de Jaime Bellolio: Ministro, sí, es un terremoto

Simce


Al conocer los pésimos resultados del Simce, el ministro se apresuró en decir que ello no podía ser calificado como un terremoto, ya que “cuando uno habla de terremoto, pareciera que se destruye todo, incluso hasta las bases”.

¿Es o no un terremoto? Sí, lo es.

La educación tiene la complejidad de ser un proceso que busca desarrollar al máximo las potencialidades intelectuales, socioemocionales, físicas y espirituales, formar ciudadanos y ciudadanas libres. La amplia evidencia nos muestra que hay factores fundamentales a la hora de lograr los aprendizajes esperados, y que sin ellos, solo se incrementan las brechas conforme pasan los años.

El primer y obvio factor: escuelas abiertas y buenos docentes en las aulas. Es un gran avance que el Presidente Boric reconozca el error de hacer todos los esfuerzos posibles por evitar el regreso a clases -acusaciones constitucionales mediante-, pero ahora se debería promover con más fuerza la asistencia y presencialidad, especialmente porque hay más de 220.000 jóvenes que no están terminando su enseñanza.

¿Y la directiva del Colegio de Profesores? Más preocupados de anunciar paros que de recuperar aprendizajes.

Es poco lo que se alcanza a dimensionar de la importancia de los docentes, no solo porque puede tener a su cargo hasta 5.000 estudiantes durante su vida, sino porque su enseñanza marcará -para bien o mal- sus futuros aprendizajes e interés por el saber.

Las altas expectativas que se tengan sobre los estudiantes pueden significar hasta 30 puntos más en el Simce. Llama la atención, entonces, que sabiendo que 9 de cada 10 niños de primero básico no conoce las letras del alfabeto, y que se pasa de un 40% de aprendizajes adecuados en lenguaje en 2do básico a solo un 18% en II Medio, la meta puesta sea que en recién en cuarto básico se sepa leer y comprender. Las bajas expectativas, la falta de urgencia, son también un daño estructural.

Un clima adecuado en la escuela y en especial en la sala de clases son también esenciales. Al confundirse autoridad con autoritarismo, se llegó a normalizar o justificar la violencia en los liceos emblemáticos y a que tengamos docentes que deben protegerse de estudiantes y apoderados. El mínimo que debe cumplir la educación es enseñar lo básico para relacionarse socialmente: respeto, tolerancia y diálogo.

Si algo han dejado años de instrumentalización política en estos liceos, es que en vez de querer formar ciudadanos libres, se intentó encontrar activistas. El estallido y la polarización nos muestra también que poco se enseñó a escuchar o argumentar, sino más bien a expresarse sin contemplaciones, con radicalismo y violencia, descartando al otro como válido.

Si no corregimos el rumbo, asumiendo el inevitable costo político actual, estaremos abonando al peor terremoto posible: un futuro que no existe, donde no nos imaginamos con los otros, donde solo nos queda sobrevivir al presente, sin opción a que esos sueños y esperanzas de niños y niñas se hagan realidad.

Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB