Columna de Jaime Bellolio: Por una vida buena
En los últimos años me he dedicado a estudiar sobre nuestra sociedad, sus relaciones, esperanzas y temores. Y al intentar investigar sobre las relaciones que producen confianza, más bien terminamos hablando de la falta de ésta, en el plano personal e institucional.
Ante escenarios de incertidumbre generados por el estallido, los procesos constituyentes, la pandemia, la violencia y su justificación, el auge del crimen organizado, el encarecimiento del costo de la vida, las guerras que también nos afectan y un cambio tecnológico imparable, se esfuma el futuro como algo imaginable y solo aparece el presente, como una urgencia y sobrevivencia. Y entonces aparece como refugio lo más íntimo: la familia, los amigos, la pareja.
¿Y ahora quién podrá defendernos? Parecieran preguntarse muchos. Es la política -que viene de polis, del espacio común de la ciudad- la que debiera hacerse cargo y ofrecer una mirada de mediano y largo plazo donde exista un futuro compartido, donde se pueda vivir y convivir. Pero si esta falla, tanto en sus formas como en el fondo, solo crece la desesperanza. Y con ello, la pérdida del espacio democrático, de lo institucional, de las reglas comunes. Sabemos como eso empieza, pero no como termina, y los ejemplos lamentablemente abundan en Latinoamérica.
Pero esto no es irreversible. Las personas confían, luego de su círculo más cercano, en sus vecinos y sus compañeros de trabajo. Es desde allí donde se pueden rehabilitar las relaciones de confianza que nos permiten imaginarnos el presente y futuro común. Es desde el conocimiento y validación del otro donde surgen no solo los problemas comunes, sino que también sus soluciones.
Durante los últimos dos meses he realizado 32 encuentros con más de 900 vecinos y vecinas de la comuna de Providencia, y he podido hablar sobre lo que les gusta y lo que sueñan, así como también lo que les preocupa y temen. En todos estos “Pro Diálogos” hemos hablado de seguridad, que es más que los problemas de delincuencia, sino que también involucra la vulnerabilidad por la soledad en la que muchos viven, especialmente personas mayores.
Y no hay mejor seguridad que sentirse acompañado, con lo cual el espacio público toma un carácter esencial: estamos más seguros cuando más usamos nuestro espacio público, no cuando nos encerramos más. Esto implica hacerse cargo tanto de los delitos como de las incivilidades que se pretender tomar las calles, plazas y parques, y hacerlos espacios seguros para las familias. Requiere también preservar y rescatar la identidad de los barrios y su patrimonio, del equilibrio en la convivencia vial y de los usos de las plazas tanto por niños y sus familias, las miles mascotas y adultos mayores.
Para ello, se requiere mantener la “vida buena” en los barrios, que no es lo idealizable, sino la sujeción a lo indispensable y alcanzable que nos da paz y tranquilidad, base esencial para la felicidad. Es por esto que he decidido competir para alcalde de la comuna de Providencia, y razón por la cual esta es mi última columna quincenal. Muchas gracias.
Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB
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