Columna de Jaime Mañalich: Chile enfermo

Archivo - Imagen de archivo de un quirófano.


El diagnóstico es claro: a pesar de un aumento sostenido de los recursos utilizados, capital y trabajo, la productividad en Chile va a la baja. Es decir, con más esfuerzo y cantidades crecientes de financiación, no mejoramos los bienes que la población necesita y exige.

La aproximación económica clásica que produce una ecuación de crecimiento que se obtiene al agregar estos elementos es interesante, pero claramente incompleta. Hay una serie de otros factores que forman parte de un “residuo” que es necesario explicar con más precisión para recuperar la senda del crecimiento.

Un área donde el estancamiento de la productividad es grave, es el sector salud. A pesar de que Chile es uno de los dos países de la OCDE donde más ha aumentado el gasto, llegando a superar la media de las economías de esta organización, la productividad ha disminuido dramáticamente. Es decir, aunque gastamos casi el 10% del Producto Interno en brindar mejor salud a la población, la situación solo empeora.

Uno de los elementos mejor estudiados que influye en mejores resultados, es la educación. Allí resulta fácil identificar “unidades de educación” como nivel de escolaridad y compararlo con los bienes producidos. Un elemento más complejo es el nivel de salud de la población, a pesar de que desde hace más de 60 años ha habido un esfuerzo de los economistas de salud por entender la relación de la inversión en salud como factor del capital humano. La tesis es provocativa: Chile no ha sido capaz de contar con un sistema de salud que cuide la salud y mantenga a la población sana y activa. Esto, porque hoy el Ministerio de Salud es en realidad un Ministerio de la Enfermedad. Las condiciones de salud, en particular de los trabajadores del sector, son mucho más deplorables que la del resto de la población laboral, reflejado en alta prevalencia de trastornos del ánimo, licencias médicas, presentismo, manejo de enfermedades crónicas.

Por contraste, un sector virtuoso que sirve como ejemplo es el desarrollo de la Medicina del Trabajo a través de las Mutualidades. La misión es clara: proteger la fuerza de trabajo de las enfermedades que más frecuentemente frenan su capacidad de producción, con un énfasis radical en la prevención. Todos los incentivos alineados con el propósito. Sin embargo, la cartera de condiciones protegidas por este sistema es mínimo comparado con la carga de enfermedad. Por otra parte, el sistema de aseguramiento, Isapre, Fonasa o Seguros Complementarios, no se alinea con el diagnóstico precoz y la cobertura de toda prestación que evite condiciones crónicas o las maneje adecuadamente antes de la aparición de complicaciones.

Sin legislación alguna, apareció una oportunidad: los seguros colectivos financiados crecientemente por el empleador. Si esta oportunidad no se aprovecha, diseñando productos que controlen el gasto y estimulen la educación y prevención, la espiral inflacionaria será inevitable y enfrentaremos otro fracaso. La alternativa es oscura: ser un país viejo, pobre, enfermo y crecientemente vulnerable.

Por Jaime Mañalich, médico

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