Columna de Jaime Mañalich: Cuando menos es más
A una mujer de 72 años (la llamaremos Dolores) le dan una receta para dormir mejor. A las tres semanas, se tropieza con una mesa y se fractura la cadera. La operan, y para el manejo del dolor le recetan antinflamatorios. Inicia un dolor en la parte alta del abdomen, le agregan omeprazol. Le cuesta mucho rehabilitarse y salir de su departamento, por lo que le indican un antidepresivo. Visita un cuarto médico y le encuentran la presión alta, por lo que le agregan otro medicamento para controlarla; pero nota que, al tratar de levantarse, tiende a desmayarse.
Pasan los meses y los hijos logran una hora con un geriatra, que le solicita algunos exámenes y la invita a un proceso de “de-prescripción”, porque cree que mucho de lo que experimenta Dolores se debe a efectos adversos del conjunto de píldoras que toma. Estima que la señora no tiene en realidad una multimorbilidad, sino que sufre de polifarmacia.
Multimorbilidad es cuando alguien tiene tres o más enfermedades crónicas, y polifarmacia, cuando se toma cada día cinco o más medicamentos diferentes.
La práctica corriente hoy de no contar con un médico de cabecera ni un sistema efectivo de atención primaria, implica que uno de cada tres adultos mayores de 65 años en Chile están en polifarmacia. ¿Cuántos se han caído, o se evalúan como deteriorados o seniles?, ¿cuánto se ha gastado en exceso por el componente más importante del gasto de bolsillo, como es el costo de los medicamentos? El padre de la medicina interna, William Osler, señalaba: “El médico joven comienza su vida con 20 medicamentos para cada enfermedad y el médico veterano termina su vida con un medicamento para 20 enfermedades”.
La contracorriente de evaluar los beneficios potenciales versus los efectos adversos de una receta es cada vez más fuerte, considerando la epidemia de la sobreprescripción. Es una aventura difícil, ya que la mayor parte de la educación continua proviene de la propia industria farmacéutica; pero ya se han diseñado procesos de inteligencia artificial, cuestionarios estandarizados y protocolos que permiten hacer el camino. Por persona en polifarmacia, máxime cuando se trata de ancianos, debe preguntarse si se justifica seguir adelante con cada uno de los productos que toma, y en la disciplina de de-prescripción, el profesional puede evaluar, disminuir y evaluar cíclicamente. Los resultados publicados son alentadores, mostrando una disminución efectiva de hospitalizaciones, la discapacidad y las caídas. Esta disciplina debe ser enseñada, ya que tiene una estructura específica, y requiere de dos pilares: la confianza del paciente y su familia, y un sistema de interoperabilidad digital que permita acceder a la información de medicamentos en uso y la razón por la que fueron prescritos en el carrusel de visitas a múltiples especialistas.
A la señora Dolores le fue bien. Ahorra $95.000 al mes, volvió a la presión normal, no se ha caído y hace trampas en el juego del Dudo como en sus mejores tiempos. Toma solo dos medicamentos (bioequivalentes genéricos por supuesto).
Por Jaime Mañalich, médico
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