Columna de Jaime Mañalich: ¿Debe Chile retirarse de la OMS?

¿Debe Chile retirarse de la OMS? AP Photo/Anja Niedringhaus

No podemos retirarnos de organizaciones que, a pesar de sus claroscuros, han producido mucho más bien que perjuicios.



Al término de la Segunda Guerra Mundial se generó una poderosa agenda de multilateralismo, siendo emblemáticas la creación de la ONU en 1945 y la Organización Mundial de la Salud, en 1948. En este último caso, la Organización Panamericana de la Salud fue fundacional, establecida en 1902. Su primer director latinoamericano fue el Dr. Abraham Horwitz, quien sirvió 16 años (1959 a 1975), dándole a la agencia el vigor y la renovación requeridas.

La OMS tiene un presupuesto efectivo de US$ 8.000 millones, de los que EE.UU. aporta el 15%, sin considerar la ayuda de las fundaciones Bill y Melinda Gates o GAVI, que suman US$ 1.300 millones. Chile contribuye con US$ 4 millones anuales (con una deuda de arrastre de US$ 3,8 millones).

En fecha reciente, Estados Unidos, su principal financiador, ha anunciado su retiro de la OMS. Reclama que no se han hecho necesarias reformas, que las contribuciones son inequitativas (aporta US$ 1.284 millones, mientras China US$ 200 millones), que el manejo de la pandemia de Covid fue deficiente, y, por último, que la agencia es permeable a influencias políticas que afectan su neutralidad. A esto se suma la disminución del presupuesto para la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, hoy de US$ 40.000 millones, y que es crucial para la prevención del Sida, la disminución de la mortalidad infantil, la prevención de la diarrea, la mejoría de la provisión de agua potable, el control de la malaria, etc. A lo mejor estas son solo amenazas; pero el solo hecho de plantearlas produce incertidumbre para millones.

Esta grave crisis será probablemente parte de una tendencia creciente de disminución de la confianza en los mecanismos de soporte de la solidaridad y la paz mundial. Es evidente que tanto la OMS como otras agencias requieren reformas radicales y que las críticas comentadas tienen mucho de verdad. Pero, de acuerdo con Kant, el estado de la naturaleza es la guerra, y “el derecho de gentes debe fundarse en una federación de Estados libres”. Lo que está en juego es mucho más que la suerte de una organización específica.

¿Qué hacer? Nuestro gobierno debe tener una vocería eficaz en la defensa del multilateralismo y las políticas globales. Las enfermedades no conocen de fronteras y los agentes infecciosos, que generarán pandemias cada vez con mayor frecuencia, no requieren visas. Para ello, nuestro país, con el índice de desarrollo humano más alto de Latinoamérica (0,86), tiene una responsabilidad enorme. En primer lugar, compartiendo las fórmulas de liderazgo como ocurrió con la pandemia, con la disminución de muertes prevenibles, o los programas de vacunación. Luego, contribuyendo al desarrollo de talentos de salud pública en la región, como ha sido tradicional. Tercero, pagando nuestras deudas financieras. Pero, sobre todo, manteniendo una voz potente en la búsqueda de diálogos, acuerdos y compromisos solidos con otros pueblos. No podemos retirarnos de organizaciones que, a pesar de sus claroscuros, han producido mucho más bien que perjuicios.

Por Jaime Mañalich, médico

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