Columna de Javiera Arce-Riffo Julieta Suárez-Cao: El camino hacia una democracia paritaria

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Las instituciones políticas tienen género y este es masculino. Así lo afirmó la politóloga británica Georgina Waylen al momento de explicar la necesidad de generar un institucionalismo feminista. Todo el entramado institucional, tal y como lo conocemos, ha sido diseñado por y para los varones, incluso la democracia. Es la única forma de explicar cómo, aún más de 70 años después de que las mujeres tuviéramos el derecho a voto, recién el año pasado hemos superado el 25% de la Cámara de Diputadas y Diputados, muy lejos de nuestro porcentaje poblacional.

El movimiento de mujeres y los feminismos se han levantado con fuerza para reclamar nuevamente una transformación de la realidad social y política nacional. Esto se logró plasmar en una Convención Constitucional paritaria que incorporó fuertemente el enfoque de género a través de las líneas del borrador final. Más allá del resultado del plebiscito, ninguna encuesta muestra que el componente paritario genere rechazo en la sociedad. Por ende, no debemos retroceder en derechos.

El nuevo acuerdo constitucional que diseña el segundo proceso constituyente ha incorporado entre sus mínimos un nuevo Consejo Constitucional que debe ser paritario. De hecho, todos los órganos del proceso tienen que ser paritarios, incluyendo a la Comisión Experta y al Comité Técnico de Admisibilidad. Esto sin duda es un triunfo, ya que se reconocen las desigualdades existentes al interior de los partidos entre hombres y mujeres, muchas veces insalvables para las candidatas, que implican una carrera de obstáculos importantes en el proceso de nominación y de financiamiento de las candidaturas de mujeres.

Está ampliamente estudiado por la ciencia política que el capital homosocial perjudica a las candidatas. Al interior de los partidos políticos, los grupos negociadores y seleccionadores se componen principalmente por hombres. Se espera que las candidatas posean un buen comportamiento, no hagan tanto ruido y se amolden a lo esperable según los estereotipos del género femenino. En estas condiciones, medidas como la paridad ayudan a terminar con los prejuicios masculinos existentes al interior de los partidos y favorecen a que no se desperdicie el talento de las mujeres.

Por supuesto, también es importante comenzar a pensar en las mujeres que se integren como representantes al interior del nuevo órgano constituyente. La representación sustantiva resultará fundamental para poder dar forma a un nuevo borrador, que introduzca con fuerza las ideas de la democracia paritaria para poder dar no solo legitimidad al proceso, sino construir instituciones más amigables con la diversidad política y social de Chile.

Para el éxito futuro de este nuevo proceso se requiere avanzar de manera decisiva en establecer las bases de una democracia paritaria.

Por Javiera Arce-Riffo y Julieta Suárez-Cao, Red de Politólogas #NoSinMujeres