Columna de Jeannette von Wolfersdorff y Francisco Jarufe: Diseñados durante la escasez-condenados al exceso

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"Quizás la generación Z (nacida 1995-2012) puede aparecer como esperanza, por su mayor consciencia en materia sostenibilidad. Pero, lo más natural sería que tampoco logren salir de las garras de la evolución".



La dominación del hombre sobre el planeta se ha llevado a cabo en forma exponencial. Se relaciona con el avance del capitalismo durante el siglo pasado. 120 años atrás, los materiales creados por el ser humano representaban solo el 3% de la biomasa mundial -medida en gigatoneladas- pero hoy ya superan su peso, destacó un grupo de académicos israelíes en un estudio publicado en la revista Nature (2020). De continuarse la tendencia, en 2040, el conjunto de concreto, ladrillos, asfalto, metales y plásticos pesará más del doble que toda la biomasa de la Tierra.

“Los humanos se han convertido en una fuerza planetaria”, dice Jürgen Renn, director del Instituto Max-Planck para la historia de la ciencia, “pero aún no han desarrollado la razón planetaria”. Nos comportamos como si hubiera una “infinitud del mundo natural”, destacaron los investigadores del estudio citado. Efectivamente, seguir igual como siempre no es racional: el carácter extractivo del capitalismo, igual como las lógicas “winner-takes-it-all” de empresas mayores y las desigualdades persistentes, exigen cambios. Lo que se requiere es cambiar el “mindset” de los actores del mercado, escribe el World Business Council for Sustainable Development (2021).

Cambiar el “mindset” es difícil -no porque las personas no queremos cambiar, sino porque nuestro comportamiento se basa en millones de años de evolución-. Nuestro cerebro fue diseñado -casi exclusivamente- para sobrevivir en la escasez. Aprendimos a ser motivadas a coleccionar, cazar y emparejarnos un máximo posible, con tal de vivir y proyectar nuestros genes al futuro. Evolutivamente no estamos preparados para el exceso. Hoy, a pesar de cualquier intento de control consciente, siguen existiendo millones de adaptaciones evolutivas inspiradas en la escasez que van dirigiendo nuestro comportamiento. Cuando directores de empresas acuerdan bonos agresivos con sus gerentes con el fin de estrujar una aún mayor rentabilidad financiera a fines del año, se comportan como si vivieran en escasez. Cuando un dueño de empresa percibe como si fuese desafío vital avanzar en la lista Forbes de los US$-mil-millonarios, se comporta como si se tratara de sobrevivir. Juntar activos financieros, finalmente activa en el cerebro el mismo sistema de incentivos que juntar un máximo de semillas, bayas y raíces para sobrevivir miles y millones de años atrás, Así, hoy la finitud del mundo se sigue enfrentando con la eterna infinitud de deseos humanos.

Tampoco los consumidores están excluidos. Hoy, compramos, acumulamos y comemos cosas en exceso, como si el día después habrá hambruna y escasez. Un neurotransmisor relevante de nuestro sistema de motivación, es la dopamina. Reforzado por la testosterona nos motiva a esforzarnos para alcanzar deseos. Es importante a la hora de innovar, perseverar y emprender. Nos premia con felicidad por esperar algo positivo que es probable de ocurrir, dice el neurocientífico Robert Sapolsky. Eso sí: una vez logrados, necesitaremos una dosis aún mayor. Por ello, la dopamina también es co-responsable de excesos. “I can’t get no satisfaction” cantaron los Rolling Stones. ¿En 2021 fue un año extraordinario para algunas empresas del comercio? No importa que haya sido extraordinario: para 2022 el directorio quiere más! Más dividendo. Más bono. Más activos financieros.

En realidad, tampoco necesitamos más zapatos ni más chocolate. Necesitamos más dopamina, y esa se libera también cuando compramos, o consumimos sustancias como el azúcar, alcohol, tabaco, la sal o el glutamato monosódico. “Amo las cosas loca, locamente”, exclamaba Pablo Neruda. ¿Quiénes, si no los poetas, saben de los deseos insaciables del ser humano?

Quizás la generación Z (nacida 1995-2012) puede aparecer como esperanza, por su mayor consciencia en materia sostenibilidad. Pero, lo más natural sería que tampoco logren salir de las garras de la evolución. Como mencionó -no sin humor negro- el comediante Bill Maher después de la COP26 en Glasgow (2021), Greta Thunberg podrá ser la conciencia de su generación, pero no la representa. Sus 15 MM seguidores en Instagram se comparan con los 366 MM de Kylie Jenner, famosa por tener habitaciones llenas de ropa y zapatos usados solo una vez.

Un nuevo “mindset” de consumidores o líderes empresariales parece lejos (ante todo, porque los excesos de empresas y consumidores no son algo excepcional, sino más bien lo normal, evolutivamente). A la vez, algún día, el conocimiento neurobiológico quizás podrá ayudar también, a quitar excesivos juicios de valor del debate económico. Además, algún día, podrá llevar a repensar las reglas e incentivos en los mercados, con pragmatismo. Quizás el futuro del capitalismo debiera ser caracterizado más por servicios que productos. Ante todo, debiera tener como protagonistas a líderes empresariales y consumidores que se sienten motivados -cuando se comportan de forma sostenible-: en exceso. “La vida en sí misma no es ni buena ni mala. Es el lugar del bien y del mal, de acuerdo a lo que se haga”, decía el filósofo Michel de Montaigne.

JEANNETTE VON WOLFERSDORFF
Jeannette von Wolfersdorff, economista.
francisco jarufe