Columna de Joaquín Trujillo: Los maestros cantores
Los maestros cantores son una antigua categoría del espíritu vinculada al trabajo de la voz humana, una especie de conocimiento artesanal traspasado de generación en generación. A veces, este conocimiento se transmitió en arduas clases; muchas otras, en el giro acompasado de los discos.
Fue el caso de Hanns Stein (1926-2024), el maestro de canto, profesor de la Universidad de Chile, que murió hace un par de semanas. En su natal Checoslovaquia, el niño Stein escuchó muchos discos y encontró en el extraordinario Beniamino Gigli a su maestro.
Con la persecución del nacionalsociopatismo contra los judíos europeos, Stein migró a América. En Chile, el joven Hanns cambió los discos por las clases. Estudió en forma particular con varias maestras, comenzó a dar recitales con un pseudónimo y, poco a poco, tras vincularse a la Universidad de Chile, se convirtió en uno de sus profesores más notables.
Stein llevó la ópera a muchos rincones de nuestra República, educó a decenas de generaciones de nuevos cantantes líricos. Tras exiliarse en la RDA, fue profesor de la prestigiosa academia de música Hanns Eisler, el gran compositor a quien se deben cientos de los mejores Lieder del siglo XX y que colaboró con Bertolt Brecht, componiendo la música de su teatro popular-erudito. Es más, en Alemania Stein fue comparado con Ernst Busch, que fue el cantante más importante de la música de ese teatro.
Pero el legado de Stein es mayúsculo por otro aspecto. Si bien estaba comprometido con posiciones políticas de izquierda que nunca disimuló, anteponía la formación integral de artistas “cultos”, como siempre repetía. No había enemistad en la música.
¿Por qué? Porque conocía en carne propia la deriva del mundo cuando la formación cultural era descuidada, especialmente en quienes, como se estila todavía hoy en las artes musicales, ostentan el título de “maestros”.
Pues bien, esos maestros son los que entregan la posta a otros maestros. Es fundamental, por tanto, que sean modelos absolutos, en quienes pueda verse con suma claridad, como dijo en Chile en filósofo Peter Sloterdijk, “cuán alto se puede llegar”.
Si hubo política en Hanns Stein fue la amistad. Un día que estuvimos conversando, salió el tema de un libreto de ópera escrito por Eisler. El profesor Stein se comprometió a averiguar. Me olvidé del asunto. Y recibí este mensaje suyo:
“Amigo Joaquín, parece que va a resultar lo del texto de la cuasi ópera de Eisler. Mi amigo Juan Allende-Blin, compositor chileno, que vive en Alemania hace 50 años, al que llamé por teléfono por ese asunto, me dijo que el texto existe, que salió en el año 96 editado en Leipzig y que me lo va a mandar. Claro que en alemán. Así que paciencia, pero yo sé que mi amigo Juan cumple”.
Y yo, por mi parte, amigo Hanns, cumplo con recordar cuál fue su mensaje. No el político tradicional, por cierto muy legítimo, sino el que amistosamente podíamos recibir todos, hasta los músicos frustrados como yo, del maestro de humanidad que fue usted.
Por Joaquín Trujillo, investigador CEP
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